Ana Zabalza
Profesora de Historia Moderna
Puesto que los procuradores se alojaron en la ciudad durante esos tres meses, cabe pensar que para entonces la ciudad disponía de casas acordes a la condición de los representantes de los tres estados, en particular de los nobles.
En el curso de esta asamblea un pequeño pero significativo detalle es que, cuando se fue a gratificar a quienes habían revisado las cuentas presentadas por el depositario, se les pagó con “sendas arrobas de cacao”. Corella había entrado en las rutas del comercio internacional.
Agustín de Sesma en la “hora navarra” del XVIII. En la segunda mitad del siglo XVII la dinámica Corella ofrecía el entorno adecuado para que se desarrollaran trayectorias como las de Agustín de Sesma y Sierra (1664-1738), ejemplo destacado pero no único de lo que podía obtenerse de estas circunstancias cuando eran bien aprovechadas.
No hay duda de que la guerra de Sucesión, iniciada en 1701, significó una oportunidad única que supieron aprovechar.
Oriundo por vía paterna de Cintruénigo, su familia materna procedía de Soria, tierra con la que las relaciones eran intensas pues una de las principales actividades de la ciudad era el comercio de lana fina que, comprada en Castilla, era enviada a los mercados del norte de Europa a través del puerto de Bayona.
Ya en la generación anterior el padre de Agustín y sus tíos habían compaginado el comercio con el arrendamiento de rentas como el tabaco y la pólvora, dando muestras de un espíritu emprendedor que sin duda transmitieron a Agustín. Quizá su padre, Gaudioso de Sesma, proyectó concentrar la herencia en este hijo, pues todos los hermanos de Agustín siguieron la carrera eclesiástica.
Si fue así, debió de recibir un buen patrimonio, pero con su trabajo conseguiría acrecentarlo de manera muy significativa; para ello se sirvió tanto de sus buenas cualidades como de lo que se ha llamado capital relacional: sus contactos con personas muy bien situadas, que proyectaron sus negocios a una nueva escala.
De entre estos contactos cabe destacar el que mantuvo con otro navarro, el baztanés Juan de Goyeneche. Se llevaban ocho años, pues Goyeneche había nacido en 1656; su biografía es bien conocida: prosperó en los negocios en el Madrid de Carlos II, amasando una fortuna y empleando a su servicio a parientes y vecinos.
No se sabe en qué momento entró en contacto con Sesma, pero no hay duda de que la guerra de Sucesión iniciada en 1701 significó una oportunidad única que supieron aprovechar. Leales a Felipe V, quien había sido ya proclamado rey, frente a su adversario, el archiduque Carlos, sostuvieron al monarca Borbón a lo largo de una prolongada contienda para la que se necesitaba ante todo dinero para pagar y proveer a las tropas.
Varios datos nos permiten deducir que en los primeros años del XVIII Sesma destacaba por su posición y fortuna: casado en 1691 con Josefa Escudero Ruiz de Murillo, hija de una destacada familia de la ciudad, en 1705 fundó junto con ella un mayorazgo, “hallándonos favorecidos de la Majestad divina con diferentes bienes, así adquiridos por herencias y mandas de nuestros padres y señores como gananciales durante nuestro matrimonio”, a fin de conservar el lustre de sus armas y apellidos. Al probar la nobleza de sus cuatro apellidos abrían la puerta a sus hijos para ingresar en instituciones que exigían este requisito.
De esas fechas data la construcción del espléndido edificio conocido hoy en Corella como Casa de las Cadenas, un verdadero palacio valorado en 8 mil ducados.
La prueba definitiva de que Sesma se movía en el círculo de Goyeneche es que en 1710 casó a la mayor de sus hijas, Isabel, que apenas tenía 14 años, con José Antonio Flon y Zurbarán, hijo de Bartolomé Flon, hombre de negocios de origen flamenco que fue, junto con Goyeneche, seguramente el principal financiero que apoyó la causa de Felipe V.
Al año siguiente, en 1711, el mismo monarca vivió varios meses en Corella, en la casa recién construida por Sesma, la mejor de la ciudad.
Continuará…