Fotos: EFE
El piloto e investigador de enigmas históricos Miguel Labrador ha recorrido lugares recónditos del globo terráqueo, documentando y filmando algunos de los grandes misterios arqueológicos de la humanidad y llegando a conclusiones e hipótesis que, en muchos casos, desafían los paradigmas habituales de nuestros inicios como seres humanos.
Labrador sigue recorriendo el mundo para intentar responder a una serie de preguntas inquietantes que se plantea desde hace décadas: ¿Está todo escrito en la historia de la humanidad? ¿Realmente nuestra evolución ha sido lineal? ¿Los mitos y las leyendas, son solo eso, o hay algo más? ¿Y si hubiera otra historia más verdadera que aquella que nos han contado?
Como resultado de sus propios trabajos de campo y de los testimonios de historiadores, arqueólogos, egiptólogos y decenas de expertos de diferentes corrientes y especialidades, que ha recogido en sus investigaciones, Labrador defiende que pudo haber “una civilización primigenia muy anterior y superior a los sumerios, que posiblemente viajó por buena parte del planeta”.
Uno de los vestigios más llamativos del paso de esa “otra humanidad” primigenia, son las construcciones poliangulares, “una serie de muros y estructuras de piedra relativamente pequeños y a primera vista sencillos, construidos con una misma técnica y distribuidos por todo el planeta”, según explica en su libro Las piedras de los dioses.
A juicio del escritor, estas construcciones representan el mayor enigma que existe, y “cuando se comprende de qué estamos hablando, supera con creces cualquier otro tema arqueológico”.
Obra de una civilización primigenia
“Probablemente fueron hechas por una civilización milenaria que hizo ese mismo trabajo por todo el mundo”, enfatiza. “Esta técnica está presente por todo el planeta y en ocasiones en los sitios más recónditos, insospechados y enigmáticos, lo que incrementa aún más su halo de misterio”,
recalca.
Explica que, en principio, este tipo de construcciones requiere tales capacidades técnicas que hoy en día sería bastante complicado conseguir ese mismo resultado constructivo y dejarlas en sitios a los que es muy difícil acceder, como sucede en algunos casos.
Se trata de una tecnología que, en opinión de Labrador, “es anterior a las diferentes culturas o imperios que podrían haberla desarrollado y utilizado, lo cual está demostrado por el hecho de que esté distribuida por todo el mundo”.
Ha descubierto ejemplos de ese mismo sistema en distintos lugares del mundo, a veces distantes miles de kilómetros entre sí, siendo algo “tan exactamente igual que no puede ser casualidad”, asegura.
Ha comprobado, que esta tecnología se ha utilizado en dos tipos de bloques (llanos y abombados), y que todas las construcciones efectuadas, ya sea con uno u otro sistema, presentan el mismo tipo de capacidades, pesos, perfección en el corte y en su colocación, así como unas extrañas protuberancias cilíndricas y cortas, comenta.
Misterio presente en todo el mundo
Vio por primera vez estas edificaciones megalíticas en un viaje por el altiplano boliviano y peruano. Le llamaron especialmente la atención sus cortes y ángulos tan perfectos y ordenados, “con un acabado superior al que había observado en los exquisitos yacimientos arqueológicos romanos o griegos, siendo sorprendente que pudieran ser tan antiguas”, puntualiza.
Señala que “en Cuzco (Cusco, en Perú) uno se encuentra con este manejo espectacular de la piedra, casi por todos lados, siendo la más famosa denominada ‘la piedra de los 12 ángulos’, que denota la capacidad tan especial de los creadores de esa tecnología impresionante”.
Esa misma técnica también puede observarse en Machu Picchu, “estando siempre mejor hecha en la base de los edificios; curiosamente, su parte más antigua”.
“Por encima de la base, puede haber reconstrucciones posteriores en el tiempo, que denotan una clara pérdida de capacidades en cuanto a perfección y tamaño, al compararlas con las de la base”, aclara.
“Lo mismo ocurre en Ollantaytambo, en especial en su Templo del Sol, con sus seis monolitos que llegan a pesar entre 50 y 60 toneladas y que todavía no hay una explicación de cómo pudieron ser subidos hasta ese risco”, añade el
investigador.
Cerca de Cuzco está el mayor ejemplo de este tipo: la fortaleza de Sacsayhuamán, “construida con bloques de más de 100 toneladas, aunque los estudios indican que hubiera sido más simple construirla con bloques mucho más pequeños, según este investigador. A Labrador no solo le llaman la atención las capacidades impresionantes que implican estos sistemas, sino también “que esté presente en varios de los sitios más enigmáticos de la orbe”.
Ha visitado y documentado construcciones con piedras poliangulares en la Isla de Pascua, Chile (en el muro o ‘ahu’ deVinapu); y en Egipto (en el Templo del Valle, delante de la Gran Esfinge; y en la base de la pirámide Micerinos, ambos en la meseta de Guiza), así como en Abidos (en el yacimiento arqueológico de Osireion, “supuestamente perteneciente a las
dinastías egipcias”).
“Hablamos de una técnica que se utilizó en distintos puntos del globo terráqueo, impropia de la época, específica, compleja y exactamente igual, aplicada hasta el más mínimo detalle en su elaboración y que coincide absolutamente en todo”, añade.
Comenta un último detalle asombroso: “Dentro de esos muros con bloques de varias toneladas cada uno se suele encontrar un bloque único muchísimo más pequeño, que podría parecer ser un error o un detalle insignificante, pero que cumpliría una función antisísmica”. “Los técnicos han dilucidado que en el caso de un hipotético terremoto de escala muy alta, toda la energía liberada durante esa sacudida del terreno, recorrería el muro hasta llegar a ese pequeño bloque, el cual saldría disparado, salvando la edificación de un colapso total”, concluye.