sábado , 23 noviembre 2024
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Con una nueva vida en las alforjas (II)

Concha Martínez Pasamar
Autora del libro Bibliotecarias a caballo
Revista Nuestro Tiempo

Debido a la falta de fondos, el gobierno de Kentucky se vio obligado a suspender el apoyo a las familias necesitadas. Hickock contempló la escena con impotencia y describió el silencio devastador en que la gente regresaba a sus casas después de haber perdido la única fuente de sus exiguos recursos. De aquella “vieja pobreza” que amenazaba con cronificarse dieron cuenta también las terribles instantáneas recogidas por las cámaras de Dorothea Lange o Walker Evans, entre otros.

Para aliviar el sufrimiento de los estadounidenses, el gobierno de Roosevelt diseñó un conjunto de medidas económicas que recibió el nombre de New Deal.

Su testimonio gráfico, que forma parte del imaginario occidental, se entrelazó con más de setenta de los rotundos informes que Hickok envió a Hopkins en el libro Un tercio de una nación, editado por la Universidad de Illinois a principios de los años ochenta.

La propia Eleanor Roosevelt pensaba que los escritos de su amiga se considerarían como “la mejor historia de la Depresión”. De hecho, influyeron de modo decisivo en la estrategia sin precedentes que se desplegó en el país.

Para aliviar el sufrimiento de los estadounidenses, el gobierno de Roosevelt diseñó un conjunto de medidas económicas que recibió el nombre de New Deal. Entre ellas, se creó en 1935 la Works Progress Administration (WPA), una agencia que debía procurar un salario a los desempleados.

Gran parte de los numerosos programas que se pusieron en marcha se ofrecían a los varones, sobre todo de las áreas menos industrializadas, y, además, exigían desplazamiento. La ausencia forzosa del cabeza de familia para participar, por ejemplo, en la construcción de obras públicas, carreteras o túneles, agravó la desesperación en algunos hogares.

A duras penas las mujeres asumían la manutención de los hijos y los ancianos que quedaban a su cargo; sin dinero, ni forma de ganarlo, poco podían hacer. Por esta razón, la WPA promovió otro plan complementario con trabajos remunerados socialmente apropiados para ellas entonces. Algunos comportaban destrezas que se tenían por femeninas, como la costura o la cocina. Otros se relacionaban con ámbitos laborales en los que su presencia comenzaba a ser habitual, como hospitales, escuelas o bibliotecas.

Continuará…

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