sábado , 23 noviembre 2024
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El fin del Homo sovieticus, de Svetlana Alexiévich

Antonio Martínez Illán
Revista Nuestro Tiempo

Una mujer agarra su cuaderno y su grabadora y se dedica a viajar por lo que ha sido la Unión Soviética. Recompone la memoria de la gente, pregunta y escucha cómo sufrieron rusos, bielorrusos, armenios, lituanos, víctimas y verdugos, el desmoronamiento de lo que había sido su vida.

Este libro como toda la obra de Svetlana Alexiévich, es una colección de testimonios. Solo encontramos voces que le hablan del amor y de la muerte: de la experiencia al quitar la capa de banalidad y permitir que nos asomemos al misterio que esconde cada persona. Así, al comienzo leemos: “Yo escribo, reúno las briznas, las migas de la historia, del socialismo ‘doméstico’, del socialismo ‘interior’ […]. Siempre me ha atraído ese espacio minúsculo, el espacio que ocupa un solo ser humano […] porque, en verdad, es ahí donde ocurre todo”.

Esta obra es también un intento de contar aquello que no se puede contar.

Escribir la historia del final de la Unión Soviética y lo que vino después a través de las narraciones de los testigos y participantes aporta algo que los historiadores no pueden atrapar: la historia de la gente corriente. Se le puede llamar microhistoria, pero Alexiévich va más allá. Este libro enseña sobre la condición humana y cómo, al rememorar lo que ha sido su pasado, las personas repliegan su existencia sobre la memoria, cayendo a veces en las trampas del recuerdo.

Esta obra es también un intento de contar aquello que no se puede contar, pero que los detalles acaban configurando. Muestra la forja del sueño soviético: el intento de modelar un hombre nuevo, que fracasó, pero que no desapareció. Permite comprender cómo vivieron, mataron y murieron por este sueño.

Se parece este libro a El siglo soviético: arqueología de un mundo perdido, de Karl Schlögel, porque los dos nos hacen habitar los lugares y las cosas que todos ellos compartieron y nos llevan a entender lo que fue de alguna manera aquel siglo.

Es vital que los jóvenes conozcan el siglo XX. Cómo los totalitarismos triunfaron, cómo se eliminó al individuo en pos de la colectividad y del sueño de la Revolución, cómo nacieron la checa y demás policías políticas, cuál fue la lógica del terror. Al final de la obra, Alexiévich habla con una joven encarcelada por su lucha por la libertad en Bielorrusia en 2010, que le dice: “Todo ocurre siguiendo el mismo guion… El pueblo es una manada. Una manada de antílopes, por ejemplo.

Y el poder es una leona. La leona elige una víctima de la manada y la caza. El resto de antílopes continúa pastando tranquilamente mientras mira a la leona de soslayo”. Descubrimos en esta obra que el sufrimiento no solo nos iguala, engrandece a las personas.

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