Foto: DC Comics / Marvel Comics
Hay términos que no son muy conocidos por el público en general, pero que, en ciertos círculos, como en el mundo del cómic, resultan ser importantísimos. Algunos de estos son tan cruciales que constantemente causan fuertes altercados entre los aficionados, pero ninguno causa tanta animadversión como… el canon.
¿Qué es el canon? La palabra “canon” deriva del término griego kanon y del hebreo kaneh, que significan “regla, norma, medida”. Originalmente se referían a la serie de textos que una comunidad de creyentes considera como sagrados.
Cada religión tiene su propio canon y la mayoría de estos cánones son cerrados. Es decir, que no pueden modificarse sustrayendo algún texto ni agregando otro nuevo. Con esto se busca que todos los seguidores de una religión tengan un cúmulo de creencias unificadas, para reducir la posibilidad de que cada uno crea una cosa distinta y esto cause fracturas dentro de la comunidad, y la dispersión de los fieles.
El término “canon” se usa para referirse al material que oficialmente forma parte de la historia de un personaje.
Si un texto está dentro del canon, se le denomina canónico. Cuando está fuera, se le llama apócrifo o extra-canónico. Actualmente, el término canon no solo se refiere a asuntos religiosos, sino que también se usa para referirse al material que oficialmente forma parte de obras de ficción, como libros, series de televisión, películas, videojuegos y cómics.
¿Quién determina qué cosa es canon en un cómic? Por lo general, la persona o corporación propietaria de los personajes de un título. Usualmente todos los materiales producidos por una casa editorial suelen ser parte del canon, pero a veces las mismas casas editoriales publican historias no canónicas, como la famosa The Dark Knight Returns (1986) y Old Man Logan (2008), que presentan versiones ajadas de Batman y de Wolverine, que se ven obligados a abandonar el retiro para regresar a la lucha contra el mal.
Otros ejemplos son What If…?, de Marvel, y Elseworlds, de DC. Ambas series presentan tramas que en ningún momento formarán parte de la continuidad y en las que, por lo mismo, los escritores pueden tomarse libertades casi impensables.
A los aficionados a un cómic les gusta pensar que el canon de un cómic es intocable e inmutable, pues les sirve como ancla para seguir narrativas que han durado décadas. El problema es que, a diferencia de los cánones religiosos, los de los cómics no están escritos en piedra y suelen estar en constante cambio, pues las casas editoriales agregan y quitan partes para corregir contradicciones o errores.
Pero modificar un canon siempre es arriesgado, porque los aficionados fieles no siempre aprecian que, después de seguir la historia de un personaje durante años, les cambien el panorama de la noche a la mañana.