En lo que queda del año, la discusión socioeconómica se concentrará en dos cuestiones fundamentales: la reforma al sistema de pensiones y la condonación del CAE. Desde el punto de vista de la economía, la diferencia de prioridades entre ambos proyectos es evidente: el cambio al sistema de pensiones es urgente no solo porque las AFP han sido incapaces de entregar pensiones dignas, sino porque el sistema actual contribuye a agravar, en vez de corregir, la tan regresiva distribución del ingreso en Chile.
Por el contrario, la condonación del CAE va a significar destinar recursos fiscales enormes en pos de un objetivo que puede tener justificación social, pero cuyo impacto tanto en la redistribución del ingreso como en la productividad es, en el mejor de los casos, cuestionable, cuando no abiertamente negativo.
Aun así, lo más probable es que antes de terminar su mandato el Gobierno haya conseguido sacar adelante la transformación del CAE, pero haya avanzado poco y nada en los cambios al sistema de pensiones.
Si las justificaciones económicas no bastan para comprender esta trágica inversión de prioridades, tampoco la ideología es suficiente. Por el lado del Gobierno, no hay dudas de que desea ambas reformas con igual intensidad. Por el lado de la oposición, tampoco hay dudas de que intentará frenar ambas. La explicación de por qué la condonación del CAE es más probable que la reforma al sistema de pensiones radica más bien en dinámicas de la propia sociedad.
Como he argumentado en columnas anteriores en este mismo medio, Chile es un país sin cultura de pensiones. Excepto en las Fuerzas Armadas, Carabineros y grupos muy pequeños de trabajadores públicos, prácticamente no hay en Chile familias con la vivencia intergeneracional directa de que los ingresos de la vejez están relacionados con un sistema de ahorro para la pensión.
Continuará…