Es cierto que Kast no habla de los “zurdos de m…” (Milei dixit) ni anima a sus partidarios a corear “lock her up” (Trump dixit).
Pero dada su actual posición desmejorada en las encuestas, su estrategia racional es subir la apuesta. Tiene que resarcirse luego del bochorno constituyente y dar caza a Evelyn Matthei. La única forma de hacerlo, pareciera, es convertirse en el antagonista perfecto de Boric. Esto podría darle resultados. Pero es pan para hoy y hambre para mañana. Los partidos y actores políticos que ascienden por su rol de protesta, ya sean de izquierda o de derecha, tienen luego dificultades para gobernar. Son buenos para denunciar y criticar, y la gente vota por ellos para vehiculizar su frustración.
Pero luego tienen que conducir el buque y aunar voluntades en torno a un propósito común. Es muy difícil hacerlo cuando dinamitaste los puentes y destruiste todas las confianzas. Le pasó a la Lista del Pueblo en la Convención, le pasó a Republicanos en el Consejo. Otro ejemplo, como se ha dicho hasta el cansancio, lo constituye el propio elenco del presidente Gabriel Boric, que ascendió meteóricamente en la política chilena basureando todo lo existente, y fue especialmente mezquino como oposición a Piñera.
Nadie lo tiene más claro, y lo sufre, que el propio Boric, que cada vez que implora unidad de propósito le sacan en cara alguna bravata juvenil. Paradójicamente, el verdadero desafío aquí lo tiene Matthei. Ni la apelación a la caridad cristiana es capaz de descarrilar a Kast de su estrategia de demolición.
Pero Matthei tiene una decisión que tomar. Si se muestra muy blanda, le regala a Kast el flanco derecho y la narrativa babosa de la “derechita cobarde”. Si se muestra muy dura y siembra vientos de hostilidad, está hipotecando el clima de su futuro gobierno.
Ya estamos necesitando a alguien que le ponga el cascabel al gato.