Camila Iturrizagastegui
Académica Facultad de Artes Liberales
La reflexión sobre el asombro y su relación con la percepción del espacio y la arquitectura es fundamental para comprender la compleja interacción entre los seres humanos y su contexto.
Un autor que aborda esta temática es Gastón Bachelard ofreciéndonos una perspectiva interesante al destacar como la experiencia del espacio puede despertar emociones, recuerdos, y cómo estos pueden enriquecer nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos.
Él nos invita a considerar el espacio arquitectónico no solo como una estructura física, sino como un medio que puede inspirar y transformar nuestras experiencias. La idea de que ciertos lugares pueden evocar recuerdos y emociones resalta la importancia de la memoria en nuestra percepción del entorno.
Cultivar la capacidad de sorprendernos permite valorar lo que nos rodea en nuestra vida cotidiana.
Los lugares significativos de nuestra vida pueden convertirse en lugares de admiración, donde la conexión entre el presente y el pasado se vuelve palpable.
El asombro puede ser un catalizador para la exploración y la creatividad, cuando nos encontramos con algo que nos maravilla, nuestro deseo de comprenderlo y explorarlo más a fondo se despierta. Este impulso puede conducirnos a nuevas ideas, nutriendo así nuestro desarrollo intelectual y emocional.
El vínculo que deberíamos tener con el lugar que habitamos es fundamental para nuestro bienestar individual y colectivo pues las ciudades son portadoras de su propia historia y patrimonio que merecen ser apreciados y preservados porque contribuyen a forjar nuestra identidad.
Cultivar la capacidad de sorprendernos permite valorar lo que nos rodea en nuestra vida cotidiana, inspirándonos a conservar y embellecer nuestra ciudad. Si dejamos de apreciar nuestros espacios corremos el grave riesgo de caer en la indiferencia o en negligencias frente al deterioro de nuestro entorno urbano, como vimos hace algunos años en el sector de la Plaza Aníbal Pinto tras el estallido social.
Es crucial reconocer el valor del lugar donde vivimos y comprometernos con su preservación y mejora.
En Valparaíso, casos recientes como la restauración de la iglesia San Francisco o la importante renovación del Palacio Lyon que alberga al Museo de Historia Natural son parte de este proceso que, como porteños, no deberíamos perder de vista.
Además, esto implica no solo cuidar los monumentos y espacios públicos, sino también impulsar y participar activamente en la planificación urbana y en la promoción de políticas por parte de las autoridades que fomenten el desarrollo y la calidad de vida de todos los habitantes. Recientes desafíos, como los incendios que han afectado nuestra región en los últimos meses, han resaltado graves deficiencias en este aspecto.
Al preocuparnos por nuestro entorno urbano y mantener viva nuestra capacidad de asombro, todos estamos contribuyendo a la construcción de ciudades más humanas, inclusivas y sostenibles para el presente y el futuro.