Pablo Paniagua Prieto
Investigador de Faro UDD
Para él, el trabajo personal en la transformación de la naturaleza en recursos es lo que crea un derecho legítimo de propiedad. Hume, por otro lado, argumenta que la propiedad es simplemente una mera convención social y legal, sin un fundamento natural o inherente a una deidad o a la naturaleza intrínseca del hombre. No ve el trabajo como la base de la propiedad como Locke o Marx, sino que más bien como una cuestión pragmática de acuerdo mutuo, evolución de las instituciones y de convención de legalidad.
En otro aspecto relevante, sobre la legitimidad y justificación, Locke justifica el derecho de propiedad como un derecho natural inherente a la humanidad. Considera que la propiedad privada es esencial para la preservación de la libertad y la prosperidad de los individuos y la sociedad. En la antípoda, Hume se basa en la convención y la utilidad pública (externalidades positivas) para justificar la propiedad. Ve la propiedad como un acuerdo social que beneficia a la sociedad en general y resuelve de manera inteligente los conflictos (la propiedad hace la pega), pero no la considera un derecho natural o inalienable en el sentido ético o moral estricto que le da Locke.
En relación con la desigualdad, Locke defiende la propiedad privada como un medio legítimo para que los individuos puedan acumular riqueza a través del trabajo y la mejora de la naturaleza. En su visión, esto puede llevar a desigualdades de propiedad. Aquí Hume es más pragmático y se centra en la utilidad pública. Su enfoque podría ser interpretado como menos preocupado por la desigualdad en sí misma, siempre que la propiedad sea útil para la sociedad en general.
Aquellos que trabajaron la tierra y la mejoraron consideran que tienen un derecho de propiedad legítimo sobre los alimentos y los recursos que produjeron.
Reflexiones de cierre: tensar al máximo la teoría. A través de un ejercicio teórico, podemos pensar en un escenario imaginario en el que las visiones de John Locke y David Hume sobre el derecho de propiedad se tensan al máximo. Imaginemos una isla desierta en la que un grupo de personas naufraga y se establece. En esta isla, hay recursos naturales, como tierra fértil y árboles frutales. En poco tiempo, algunos individuos comienzan a trabajar arduamente, cultivando la tierra y plantando árboles. A través de su esfuerzo y trabajo, crean una gran cantidad de alimentos y riqueza.
Siguiendo la perspectiva de John Locke, aquellos que trabajaron la tierra y la mejoraron consideran que tienen un derecho de propiedad legítimo sobre los alimentos y los recursos que produjeron con su trabajo. Argumentan que su esfuerzo y labor les otorgan un derecho natural e inalienable sobre estos recursos, y están decididos a proteger su propiedad a toda costa.
Sin embargo, desde la perspectiva de David Hume, otros miembros de la comunidad argumentan que, dado que están en una situación de emergencia en una isla desierta, las reglas de propiedad de la sociedad deben basarse en la utilidad común o en la generación de externalidades positivas para la sociedad. Sostienen que, dadas las circunstancias de la isla, la propiedad debería ser compartida o utilizada de alguna forma para poder garantizar que todos tengan suficiente para sobrevivir.
Argumentan que la propiedad privada basada en el trabajo individual es una convención social que no es relevante en este contexto extremo de escasez y de posible muerte por inanición. A medida que la tensión aumenta, surgen conflictos violentos entre aquellos que defienden su derecho “natural” de propiedad según Locke y aquellos que abogan por un tipo de distribución basada en la utilidad pública y en la minimización de conflicto según Hume.
Las disputas sobre quién tiene derecho a qué recursos y en qué cantidad, se pueden volver intensas en situaciones de alta escasez y de alta concentración de los recursos, y la comunidad se puede dividir en facciones opuestas que pueden descender rápidamente en un espiral de caos y violencia.