Pablo García
Escuela de Negocios
William Nordhaus ganó el Premio Nobel de Economía en 2018 por su contribución a modelar la
amenaza del cambio climático, al que llamó El desafío decisivo para la economía.
Pero la economía tiene una relación ambivalente con el cambio climático. Por ejemplo, las ciencias naturales tomaron el estudio del cambio climático bastante antes que la economía. Es habitual leer cuestionamientos a bancos centrales e instituciones como el FMI por poner estos temas en su agenda.
Esta ambivalencia probablemente se relaciona con la disonancia cognitiva entre el aumento en el bienestar de millones de personas a lo largo de los últimos siglos, gracias a las revoluciones industriales y el incremento exponencial de emisiones de gases de efecto invernadero que han resultado en calentamiento global. Lo paradójico es que la economía está equipada para lidiar con las llamadas “externalidades”, es decir, efectos adicionales en bienestar de actividades individuales.
El cambio climático es un asunto que no reconoce fronteras.
Los impuestos a la contaminación o la congestión, o los subsidios a la educación y la innovación, son casos donde la teoría económica ha sido muy influyente. ¿Qué pasa con el cambio climático que lo hace particularmente difícil de conceptualizar? Hay por lo menos tres razones. La primera se relaciona con que la corrección de externalidades ocurre habitualmente dentro de un Estado.
El gobierno, entonces, tiene los instrumentos para intervenir, respondiendo a la sociedad y al bien común, para moderar efectos nocivos, o potencial efectos benéficos, de ciertas actividades. El cambio climático, en cambio, es un asunto que no reconoce fronteras.
La segunda es que la relación de texto entre externalidades y medidas correctivas es bastante inmediata. Por el contrario, los efectos del cambio climático que experimentamos hoy son producto de siglos de emisiones. Además, para considerar el bienestar de las futuras generaciones, debemos escoger tasas de descuento bajas, lo que generalmente en economía es un supuesto normativo y no una variable de decisión.
La tercera razón se asocia con que los modelos utilizados por los economistas tienden a ser “bien comportados”, en el sentido de no considerar equilibrios múltiples, efectos no-lineales, o puntos de no retorno. El cambio climático, en cambio, está potencialmente plagado de ese tipo de problemas. Es difícil la economía del cambio climático. Pero la economía puede aportar. Por ejemplo, la transición a una economía menos carbonizada implica costos elevados en lo inmediato para enfrentar costos mucho mayores en el futuro.
Continuará…