Convertido en uno de los símbolos de la libertad de expresión en Guatemala, el periodista Jose Rubén Zamora festejó ayer la medida sustitutiva recibida, la cual representa otra batalla ganada contra un sistema que busca, sin éxito, callar y someter a la prensa independiente.
En octubre pasado, este galardonado comunicador se había apuntado otro triunfo, cuando una Sala de Apelaciones revirtió la condena de 12 años de prisión impuesta por los supuestos de lavado de dinero, chantaje y obstrucción de la justicia.
El amañado proceso contra el fundador de los desaparecidos diarios Siglo Veintiuno y elPeriódico ha desnudado la intolerancia a la crítica de las anteriores autoridades de las instituciones del Estado, así como la complicidad del Ministerio Público (MP) y del Organismo Judicial (OJ), entidades que, ingenuamente, piensan que con encarcelar a un periodista o forzar su exilio obtienen mayor impunidad o, peor aún, someten a todo un gremio que denunció y denunciará los abusos de los mafiosos.
Lo poco sustancial de las causas contra Zamora (el MP le abrió otra por la presunta falsificación de documentos, querella que lo mantiene en la cárcel) también han sido censuradas por las principales organizaciones periodísticas del mundo, las cuales se solidarizaron con quien, de manera inquebrantable, lleva 656 días privado de su libertad por el simple hecho de denunciar la corruptela que pululó en períodos presidenciales pasados.
Para una nación que aspira a alcanzar niveles de democracia y justicia verdaderos, la absolución de Zamora es un paso clave e imprescindible, porque representa el enfrentamiento entre el bien y el mal. Sin embargo, está visto que quienes integran el pacto de corruptos y sus socios en los órganos de investigación y castigo continuarán sus pataleos, así como su oposición a terminar con la impunidad y construir instituciones estatales decentes como demandan los connacionales que atestiguan el fin de una época oscura, que nos hizo retroceder en principios y libertades.