Candelas Varela
Revista Nuestro Tiempo
Me emociona pensar que está en nuestra mano cambiar la visión de su labor para humanizar los cuidados y aportar conocimientos a los ciudadanos sobre la prevención de enfermedades, para que puedan convertirse en actores de su propia salud.
Aquí va un ejemplo muy concreto de cómo plasmamos esto último: hace cinco años, iniciamos un programa formativo dirigido a los maestros de primaria en higiene escolar lavado de manos, reciclado de basuras, uso de los baños… y otro para los vendedores de comida de las cercanías de los colegios, con el objetivo de mejorar la alimentación de los alumnos y la seguridad nutricional.
De las tareas que hago, disfruto de forma muy especial con la comunicación y los proyectos: contar historias de nuestras alumnas.
De las tareas que hago, disfruto de forma muy especial con la comunicación y los proyectos: contar historias de nuestras alumnas, que tienen unas vidas increíbles, y conseguir recursos económicos para que salgan adelante. Historias como la de Ruth y su hermano Fils Mekani. Su madre se había ido de casa y, al cabo de un tiempo, su padre los abandonó en la calle después de haberlos maltratado.
Durante varias semanas, vivieron de la caridad y luego los llevaron a un orfanato, donde al menos tenían techo y comida. Ruth residió en esa institución desde los cinco años —su hermano tenía siete—, pero al cumplir los dieciocho ya no podía quedarse allí.
Entonces, a través de una alumna de primer curso de Enfermería de la Universidad de Navarra, le conseguí una beca para estudiar en nuestra Escuela. En la actualidad, vive con su hermano, que también hizo una formación con nosotros, y, gracias al empleo que consiguió después y a alguna otra ayuda, está estudiando técnico de laboratorio.
En tres o cuatro años ya serán del todo independientes. No es solo una historia bonita para contar, son vidas reales que se vuelven un poco mejores con la palanca de nuestro trabajo. Con estas alegrías aquí, ¿cómo no iba a volver?