Candelas Varela
Revista Nuestro Tiempo
Volví a mi país adoptivo hace casi un año, el 28 de abril de 2023. Me repatriaron desde el Congo en un avión medicalizado porque me ahogaba. La malaria grave que contraje en un viaje a Camerún en julio de 2022 por poco me mata, y allí no disponíamos de medios para mi tratamiento.
Con la ayuda de los profesionales del Hospital Monkole, los de la Clínica Universidad de Navarra, de miles de personas amigas del mundo entero y de mi familia, conseguimos pagar los 100 mil dólares del avión medicalizado que marcó para mí la diferencia entre vivir o morir. ¡Menos mal! De vez en cuando, me paro a pensar en aquellos ocho meses que duró mi recuperación en España y en lo agradecida que tengo que estar a Dios y a todos. Con la rutina, a veces, se me olvida.
Durante mi convalecencia me entrevistaron y me preguntaron si Kinsasa era mi lugar en el mundo. Respondí que aquí me necesitan y yo los necesito; me siento útil y querida. “Por eso fui, por eso me quedé y por eso volveré”, dije y he cumplido.
Desde la primera vez que vine al Congo, en 1997, he dedicado nueve años al Hospital Monkole y los 16 siguientes a formar enfermeras y auxiliares en el Institut Supérieur en Sciences Infirmières (ISSI).
La acogida, ya desde el aeropuerto, fue increíble, a pesar de que, al pasar la aduana, retuvieron mi equipaje para inspeccionarlo —lo más raro que llevaba era un camelio— y me dije: “Bienvenida a Kinsasa”. El incidente se me olvidó en cuanto vi las pancartas y las camisetas con las que me esperaba una representación de mi club de fanes: Carmen Songo, Assina Kahamba y Patricia Ntumba. ¡Qué majas! Eran las seis de la mañana y llevaban dos horas esperando.
Desde la primera vez que vine al Congo, en 1997, he dedicado nueve años al Hospital Monkole y los 16 siguientes a formar enfermeras y auxiliares en el Institut Supérieur en Sciences Infirmières (ISSI). A los pocos días de reincorporarme a la Escuela, me sorprendieron con una fiesta de bienvenida muy familiar.
Hubo una misa de acción de gracias en la que cantaron las estudiantes y, juntas, lloramos de emoción. Me sentí arropada también por muchas antiguas alumnas; las que no pudieron venir mandaron su aportación para el ramo de flores, la tarta o el cóctel que tomamos para celebrar mi regreso.
Durante las primeras semanas, hubo momentos para el reencuentro y para agradecer el apoyo recibido. Después llegó la vuelta al trabajo ordinario, la vida de todos los días, que es lo que más me gusta.
Aquí la gente se levanta muy temprano, para aprovechar la luz del sol. Yo estoy en pie a las cinco, y así el día da mucho de sí. Tres horas después, empiezan la jornada laboral y las clases, que se desarrollan hasta las cinco de la tarde.
La enfermería es la mejor profesión que existe y en ISSI llevamos más de un cuarto de siglo volcadas en el gran reto de lograr su prestigio en este país. En este curso se han graduado 27 enfermeras, y en todo este tiempo son casi 600. Poco a poco, vamos viendo los cambios.
¡Ahora nuestras enfermeras son las más demandadas! El equipo de ISSI lo dirige otra antigua alumna de la Universidad, Nicole Muyulu. Junto con ella, la directora de Estudios, Florence Lukadi, también congoleña, y yo, como secretaria administrativa, nos esforzamos por hacer de esta Escuela una Facultad de Ciencias de la Salud.
Ahora mismo me dedico a la coordinación de los proyectos de desarrollo que promovemos, la búsqueda de becas de estudios, de ayudas económicas para sustentar la actividad de la Escuela, los nuevos programas de formación de enfermeros en el Congo… Nunca ha dejado de apasionarme la formación de los profesionales de enfermería, y me ilusiona que en ISSI les damos un énfasis especial a aspectos infrecuentes en otros programas formativos como la deontología profesional, el humanismo o el liderazgo.
Continuará…