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Bernardo Silva, el jugador que falló el penal que cambió el rumbo de la tanda contra el Real Madrid, se redimió con un tanto en el minuto 84 que sacó del apuro al Manchester City cuando le faltaba el aire, rebajando su finura con el balón y vencedor, para defender la corona de la FA Cup en la final, por la imprecisión ofensiva de un Chelsea que perdonó.
Se levantó el City con dificultad del duro golpe sufrido el miércoles en el Etihad. Aun digiriendo la frustración, la dura forma de caer desde el dominio apabullante al rival. Cerca de sufrir la segunda eliminación de un torneo en tres días. Visiblemente cansado. Muy justo en el físico y sin Erling Haaland en punta, por un problema muscular.
Sobrevivió el City desde el error del Chelsea, tan irregular e imprevisible como toda su temporada. Estuvo en botas de Nico Jackson, que perdonó hasta tres ocasiones claras para tumbar al campeón dejando sin premio al planteamiento valiente de Pochettino. Salió a buscar al rival, consciente de su superioridad física. Rebajó su posesión, provocó el error en el pase, reflejado en las pérdidas poco habituales de Rodri. Pero la imagen del técnico terminó asociada a la frustración por la falta de precisión en los metros finales de sus jugadores.