Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Las menciones en el manuscrito a algunos personajes públicos del momento también nos conducen a la misma datación propuesta. Así, se menciona al provisor de la diócesis de Pamplona, don Bartolomé García Delgado, que lo fue en la segunda y tercera década del siglo XVIII.
En algunos inicios de capítulos del manuscrito, así como en sus colofones, se encuentran una serie de dibujos realizados con espontaneidad, ingenuidad, candidez y simplicidad.
En la página de inicio del códice se encuentra una composición compleja que adorna el título: De Genere nominum ut continetur in regulis generalibus Antonii Nebrisensis.
En la parte superior encontramos unos fieros perros en torno a una cruz; en el centro, una torre con tres almenas sobre las que caen tres bombas disparadas por un cañón, y en la parte inferior, un curioso centauro sin patas delanteras.
La composición es posible que guarde algún tipo de relación simbólica.
La composición es posible que guarde algún tipo de relación simbólica con la emblemática, muy presente en las Escuelas de Gramática, incluso con algunas copias de la obra de Nebrija.
En la página que da inicio a los modos y las voces, con tintas rojizas, verdes y negras aparecen formas geométricas y unas enormes flores con algunos perros en actitudes agresivas.
Otras portadas se decoran, con profusión de acuarelas verdes, mediante fragmentos de casas, cascos urbanos, con sus iglesias y torreones de las mansiones más principales, sin que falten los consabidos pájaros, tan utilizados por los calígrafos del momento.
En uno de los colofones figura un pájaro sujeto por una de sus patas a una pesa, con otra ave menor. En ambos casos su ejecución se realiza con líneas espirales de ejecución muy rápida.
Otros colofones tienen como únicos protagonistas a animales, ora un enorme caballo de cabeza diminuta, coloreado íntegramente en marrón, ora un león con cara humana con amenazantes pezuñas.
Una singularísima representación de la suerte taurina del toro y los perros. Otra de sus páginas recrea la lucha de toros y perros.
Ilustra una costumbre taurina en desuso, pero muy en boga hasta el siglo XIX, de la que tenemos constancia en numerosas obras de mosaico, grabados y pinturas de distinta cronología.
Los perros de presa sujetaban a los toros para rendirlos, agarrándolos de las orejas, momento en el que un puntillero -tirabueyes, en el lenguaje pamplonés-, con un estoque hería al astado y lo remataba posteriormente.
Continuará…