Desde 2010 que en Chile las elecciones generales son ganadas por la oposición, y esta alternancia en el poder ha estado emparejada con un creciente debilitamiento de los apoyos legislativos al gobierno de turno.
En consecuencia, la norma se ha transformado en gobiernos débiles que no pueden llevar adelante su agenda legislativa; lo vimos en Bachelet 2 (después del caso Caval), Piñera 2 y ahora en Boric.
A pesar de esta situación, estos liderazgos, en especial Piñera y Boric, han encontrado una válvula de escape donde poder implementar sus ideas, improntas, e ideologías, que simplemente no han podido avanzar en la política doméstica: las relaciones exteriores, que en esencia son de exclusiva responsabilidad del jefe de Estado.
Existen múltiples ejemplos, siendo los más destacados Cúcuta, la reticencia al CPTPP, las “cartas laterales”, la hostil relación con Israel, entre otros.
Estos episodios nos hablan de la desinstitucionalización de las relaciones exteriores en nuestro país. Históricamente, se hablaba de que esta materia siempre había sido una “política de Estado” que trascendía al gobierno de turno.
Por ejemplo, la expansión del modelo exportador como base de nuestra economía, se sustentó básicamente en todos los gobiernos desde el retorno a la democracia, hasta la actual administración, que ha hecho pocos o nulos avances en esa dirección.
Por otro lado, la creciente influencia del segundo piso de la Moneda, particularmente del “asesor internacional”, ha restado protagonismo, pero, sobre todo, experiencia al teje y maneje de la dirección de la diplomacia, ocupación que tiene códigos y usos particulares que requieren de un nivel de finesa solamente adquirible después de largos años de práctica.
En este contexto de desorden y menoscabo a la institucionalidad, es imperativo preguntarnos ¿qué pasará con nuestra política internacional en el futuro? ¿acaso seguiremos el mismo camino de captura ideológica?
Continuará…