sábado , 23 noviembre 2024
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Enfermedad renal crónica: la epidemia silenciosa (I)

Nuria García Fernández
Médico especialista del Servicio de Nefrología

La mayor parte de las personas tenemos dos riñones. Cada uno de ellos se compone de una maquinaria perfectamente coordinada para eliminar, en todo momento y según necesitamos, el agua y las sustancias de desecho que producen las células vivas de nuestro cuerpo. De este modo nos aseguran que nuestra sangre tiene una composición normal en todo momento.

De forma sencilla y simple, podemos imaginar que son coladores que dejan pasar la “leche” (agua y sustancias de desecho) y evitan que pase la “nata” (proteínas y células de la sangre).

Cuando decimos que una persona tiene una enfermedad renal crónica (ERC), lo que le sucede es que, por lo menos durante los últimos tres meses, sus riñones han tenido dañado el colador: no dejan pasar la “leche” porque hay agujeros obstruidos o se les escapa la “nata” porque algunos se hicieron demasiado grandes.

De hecho, se le llama ”epidemia silenciosa“ porque la enfermedad renal crónica es muy común.

Esta enfermedad tiene etapas que van de enfermedad inicial o leve a moderada, avanzada y al fallo que precisa diálisis. Con frecuencia el fuego empieza pequeño y va ganando fuerza hasta quemar el bosque. Por eso es importante detectarlo pronto y tratarlo.

¿Cómo sabemos que nuestros riñones están enfermos? En la mayor parte de los casos, los síntomas de la ERC suelen aparecer cuando se ha perdido ya cerca del 70-90 por ciento de la función renal. Estos síntomas suelen ser presión arterial alta, cansancio, retención de líquidos, espuma en la orina… Por eso conviene indagar antes de que se complique.

De hecho, se le llama epidemia silenciosa porque la enfermedad renal crónica es muy común. Uno de cada diez adultos en todo el mundo la padece, aunque muchos ni siquiera saben que la tienen. Para colmo, está aumentando con una previsión de llegar al 19 por ciento de la población en 2040; es decir, casi uno de cada cinco adultos.

Algunas situaciones que sirven de alerta para revisar la función de ese “colador” son: tener más de 65 años, padecer diabetes, hipertensión, obesidad o problemas cardiológicos. Toma crónica de antiinflamatorios. Tener algún familiar enfermo renal en la familia.

Ser fumador.

¿Cómo podemos chequear nuestros riñones? Explicado de forma sencilla, debemos chequear las dos funciones del “colador”: que deje pasar bien sustancias como la creatinina –un producto de desecho del cuerpo– y que evite que pasen a la orina proteínas como la albúmina. La creatinina se mide en
sangre y la albúmina, en orina.

Con estas dos mediciones podemos confirmar si el colador no tiene agujeros obstruidos (si elimina bien creatinina) ni tampoco algunos que se hayan hecho grandes (no pierde o no deja pasar albúmina).

Continuará…

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