viernes , 22 noviembre 2024
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El arte de dejar ir (II) 

Frank Gálvez
Locutor y Periodista
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En un mundo donde la gente tiene la idiosincrasia llena de imágenes selectas de perfección y éxito, el salir de ese círculo de posibilidades preestablecidas se convierte en una filosofía rebelde pero redentora. No se trata de apatía o indiferencia hacia la sociedad, sino más bien de una elección consciente de concentrarse en lo primordial.

La canción de la vida debería girar en torno a la priorización y la legitimidad. Reconocer que nuestro tiempo y energía son recursos finitos y, por tanto, hay que asignarlos sabiamente.

Esto implica dejar de lado las expectativas sociales, las trampas de comparación y las búsquedas superficiales. Uno de los principios fundamentales para lograr esto es la aceptación.

Cuando dejamos de esforzarnos por alcanzar la perfección y abrazamos nuestra autenticidad, nos liberamos de las cadenas de la duda y la inseguridad.

Acéptate, ámate y sigue adelante. Si quieres volar, tienes que renunciar a lo que te pesa“ (Roy T. Bennett).

Con ello enfatizamos la jerarquía de los límites, diciendo no a las cosas que agotan nuestra energía o restan cuantía a nuestro bienestar. Al establecerlos, protegemos nuestra salud mental y emocional, permitiéndonos concentrarnos en lo que realmente nos brinda alegría y satisfacción. Se trata de discernir entre lo valioso y el mero ruido de fondo que concurre en nuestras vidas.

Uno de los beneficios más significativos de adoptar esta filosofía es una mayor resiliencia. Desarrollamos un fuerte sentido de autoestima arraigado en nuestra seguridad personal en lugar de fugaces elogios externos. Nos permite recuperar el control dirigiéndola en perspectivas que resuenan con nuestro yo auténtico. En lugar de ser receptores pasivos de las expectativas sociales, nos convertimos en creadores activos de nuestras propias narrativas.

En conclusión, romper el paradigma de las expectativas mundanas es una filosofía poderosa que promueve el empoderamiento. Al adoptar esta mentalidad, las personas pueden llevar una existencia más plena, sin las presiones de la validación externa o las normas sociales.

Se trata de reconocer nuestro valor intrínseco, establecer límites y centrarnos en lo que realmente importa.

En un mundo inundado de ruido y distracciones, dominarnos es un acto radical de amor propio y emancipación.

Ya lo dice Mark Manson en su libro El sutil arte de que te importe un caraj* – Un enfoque disruptivo para vivir una buena vida: “Resulta que la adversidad y el fracaso son realmente útiles e incluso necesarios para desarrollar adultos exitosos y de mente fuerte”.

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