Dr. Jorge Antonio Ortega G.
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La isla de la Española comparte en su territorio dos escenarios totalmente diferentes, por un lado, la República Dominicana y por otra, la de Haití, la cual se constituye en uno de los trece Estados que conforman la América Insular o las Antillas; Haití es conocida por ser la primera república negra del mundo en constituirse, independizarse y, económicamente por ser el país más pobre de
América.
En 1492, cuando Cristóbal Colón tomó posesión, la bautizo con el nombre de La Isla Española; luego, Bartolomé de las Casas lo redujo al nombre de Española, pero luego por orden de Pedro Mártir de Anglería se le nombró La Española. El nombre de Haití fue adoptado por el revolucionario Haitiano Jean-Jacques Dessalines después de la Independencia el 1 de enero de 1804 (fue el primero de América Latina); su base étnica es de origen Africano- subsahariano.
Haití, en sí, es un Estado fallido desde cualquier ángulo que se le observe o analice. Además de los terremotos, huracanes, epidemias, rebeliones y tantas cosas más que la han asolado; en este momento del siglo XXI se llegue a constituir en un fenómeno social-político incontrolable, que está en el borde más cercano de una guerra civil.
La conflictividad a la vuelta de la esquina y la guerra civil, impaciente por liberar la devastación y el reinado de la muerte sin límites.
Las noticias que se propagan como fuego sobre pólvora de la situación actual son alarmantes, la liberación de más de un millar y medio de privados de libertad por varias pandillas que se articularon para liberar a los detenidos; luego el ataque a puntos estratégicos de la capital haitiana, Puerto Principe. Un poderoso líder de pandillas que azotan las áreas urbanas de la capital amenazó con escalar la violencia hasta lograr la dimensión de Ariel Henry, actual primer ministro.
En una entrevista a Jimmy Cherizier, apodado Barbecue, dejo en claro que, si la comunidad internacional sigue apoyando a Henry, el escenario podrá llegar a un gran genocidio, que la violencia puede escalar rápidamente y que los resultados desastrosos pueden ser dantescos.
El primer ministro debió haber dejado el cargo en febrero, pero se resiste a convocar elecciones. Él tomo posesión luego del asesinato del presidente Jovenel Moise en julio de 2021. “Debemos unirnos o Haití se convierte en un paraíso para todos o en un infierno para todos”, añadió el expolicía de 46 años, convertido en el líder de una coalición de pandillas conocida como G-9 y, que es objeto de sanciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU). “No hablo del pequeño grupo de ricos que viven en los grandes hoteles y que deciden el destino de los habitantes de los barrios populares”, prosiguió.
Hay un tremendo estado de terror, hay miles de evacuados de la capital haitiana, mientras Washington y la Organización de Naciones Unidas reiteran su preocupación por la convulsión social en el país insular y más pobre del Caribe.
El puerto Principe un día después de la toma de las dos cárceles, con un saldo de doce fallecidos y que trataran de tomar el aeropuerto internacional, había iniciado algunas actividades normales de transporte y comercio. Lo anterior, debido a que el Ejército y la policía rechazaron la ofensiva de las pandillas sobre el aeropuerto Toussaint Louverture.
El primer ministro Henry, cuyo paradero se desconocía desde algunos días atrás, aterrizo el martes 5 de marzo en Puerto Rico, porque no pudo hacerlo en República Dominicana, por falta de autorización o plan de vuelo, dependiendo de las fuentes consultadas. Desde el domingo, 3 de marzo, en Haití se decretó estado de emergencia y toque de queda.
La desestabilización del Estado haitiano es un hecho, la escalada de la conflictividad a la vuelta de la esquina y la guerra civil a la expectativa, de liberar los horrores de la devastación y el reinado de la muerte sin límites.