En gramática se entiende que cuando se habla en primera persona se hace referencia a quien emite el mensaje. De esa cuenta usamos pronombres como yo, en singular, y nosotros o nosotras, en plural. Esa forma de expresarse y conducirse la ha asumido la clase política guatemalteca, en compadrazgo con empresarios y contratistas, al momento de distribuir los fondos públicos.
“Yo reparto”, “nosotros cobramos”, son las expresiones que condicionan la adjudicación de contratos. Este malvado mecanismo, que se ha fortalecido ante la complicidad de los órganos encargados de la persecución y el castigo penal, es el causante de la doliente pobreza que impera en la nación y el enriquecimiento desmesurado de quienes, literalmente, llegaron endeudados a los cargos públicos y salieron con el dinero suficiente para mantener a dos o tres generaciones.
La reflexión viene a propósito de lo que se expuso ayer en el Consejo de Desarrollo Urbano y Rural (Conadur). En dicho encuentro se recordó que, en los últimos 30 años, el Estado destinó 45 mil millones de quetzales a los consejos departamentales de desarrollo (Codedes), sin que ello haya implicado mejoras en las poblaciones.
Ante tales desmanes, el binomio presidencial, integrado por Bernardo Arévalo y Karin Herrera, definió los cuatro ejes que marcarán el camino a seguir por el Sistema Nacional de Consejos de Desarrollo al momento de invertir los recursos asignados.
La nueva apuesta incluye programas que apoyen la seguridad alimentaria, el desarrollo rural integral, el diálogo que permita crear convergencias y el impulso de la ruta para el buen vivir (la construcción de carreteras rurales).
Además, la instrucción de los mandatarios es que esta revitalización de las funciones de los Codedes también facilite renovar el compromiso con la transparencia y la rendición de cuentas, que han desaparecido de las funciones públicas.
En fin, estamos frente a un nuevo mecanismo social que tiene como objetivo obviar la primera persona y centrarse en el “tú, usted, vos o vosotros” como elementos gramaticales que marquen nuestro pensar, pero, sobre todo, nuestro accionar.