viernes , 22 noviembre 2024
Inicio La conflictividad indeleble

La conflictividad indeleble

Dr. Jorge Antonio Ortega Gaytán
[email protected]

Las batallas tienen como común denominador el uso de las trincheras, las guerras son al final la continuación de la política, son el reino de la muerte masiva de los mejores hijos de las naciones en confrontación, es el imperio de la destrucción y la desolación ¿Si existe el infierno? La guerra es la mejor representación; nuestro gen primitivo de eliminarnos entre sí nace de nuestras pasiones, ideologías confrontadas, creencias controversiales y carencias de recursos naturales.

La guerra se constituye a lo largo del pasado de la humanidad en un evento permanente, ¡siempre presente! En todos los tiempos y latitudes. Antes de Cristo, el Viejo Testamento nos describe las confrontaciones en el Medio Oriente (guerras asimétricas, clásicas, psicológicas y otras); la historia universal en forma cronología detalla las grandes campañas militares que definieron los imperios y que transformaron la geografía del mundo a través de la confrontación.

Hoy, en el horizonte mundial, se vislumbra un sinfín de conflictos de toda naturaleza y por los motivos más diversos. Por lo tanto, se hace necesario diseñar escenarios a futuro por medio de las herramientas de la prospectiva. La construcción del porvenir requiere del conocimiento de la historia y geografía, de analizar en forma integrar las probabilidades que puedan contribuir a nuestra arquitectura futurista.

Los ejes del poder mundial se están extrapolando a otros ámbitos, las cuatro expresiones (económico, político, social y militar) del poder de los Estados se están fusionando, dando fuerza a los intereses nacionales como nunca.

”La guerra se constituye a lo largo del pasado de la huma- nidad en un evento permanente“

Las amenazas están en un proceso superlativo de crecimiento y filtrándose en las estructuras gubernamentales; el cambio climático, la contaminación ambiental, la migración masiva y el desmedido crecimiento de la población del planeta, hacen validar la hipótesis del colapso de nuestro planeta, máximo, si se agrega la expansión y el crecimiento sin control de las armas de destrucción masiva, las nucleares, las químicas y biológicas.

El panorama es complejo. Necesitamos de inmediato buscar soluciones a los conflictos armados, para detener la simpatía de otros Estados por hacer la guerra, teniendo de excusa de las guerras vigentes: Rusia- Ucrania, Israel -Hamas de Palestina, Pakistán – India, las tensiones de China por Taiwán, y el liderazgo mundial; Japón – China, Corea del Norte -Corea del Sur y otros conflictos en escalada permanente en África; Hay suficientes ejemplos para legitimar una situación conflictiva.

El futuro es incierto, todo puede cambiar en un segundo, debido las decisiones en cualquiera de las expresiones del poder, que hacen posible el efecto mariposa en forma global. Todo es vinculante en la posmodernidad. La migración a Marte por los representantes de la humanidad se aproxima con mayor certeza, día a día, mientras el mundo colapsa y sus habitantes se eliminan por cualquier motivo, la creatividad de destrucción es desbordante, supera con creces a la razón de la pervivencia humana.

¿Qué nos impulsa a la destrucción? El odio, la codicia, la necesidad, el poder, nuestras creencias, nuestros pensamientos perversos… las respuestas son múltiples, las excusas infinitas. Las guerras por sus resultados y motivos se han clasificado en: santas, justas, necesarias y normalmente su razón es la preservación de la paz.

La fragilidad de la paz requiere que los Estados cumplan con su responsabilidad de la defensa de su integridad territorial, la soberanía y la independencia, la nación debe aportar su esfuerzo en esa dirección dando cumplimento a precepto constitucional de amar y defender a la patria. Lo anterior implica la legalidad, legitimidad y la permanencia de la preparación del brazo armado. Es por ello que la defensa es permanente y flexible.

La construcción de la paz es un proceso de largo aliento, con muchos obstáculos, con intereses en contraposición, pero es posible alcanzarla con voluntad política, el compromiso y esfuerzo de todos.

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La guerra se constituye a lo largo del pasado de la humanidad en un evento permanente, ¡siempre presente! En todos los tiempos y latitudes. Antes de Cristo, el Viejo Testamento nos describe las confrontaciones en el Medio Oriente (guerras asimétricas, clásicas, psicológicas y otras); la historia universal en forma cronología detalla las grandes campañas militares que definieron los imperios y que transformaron la geografía del mundo a través de la confrontación.

Hoy, en el horizonte mundial, se vislumbra un sinfín de conflictos de toda naturaleza y por los motivos más diversos. Por lo tanto, se hace necesario diseñar escenarios a futuro por medio de las herramientas de la prospectiva. La construcción del porvenir requiere del conocimiento de la historia y geografía, de analizar en forma integrar las probabilidades que puedan contribuir a nuestra arquitectura futurista.

Los ejes del poder mundial se están extrapolando a otros ámbitos, las cuatro expresiones (económico, político, social y militar) del poder de los Estados se están fusionando, dando fuerza a los intereses nacionales como nunca.

”La guerra se constituye a lo largo del pasado de la huma- nidad en un evento permanente“

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El panorama es complejo. Necesitamos de inmediato buscar soluciones a los conflictos armados, para detener la simpatía de otros Estados por hacer la guerra, teniendo de excusa de las guerras vigentes: Rusia- Ucrania, Israel -Hamas de Palestina, Pakistán – India, las tensiones de China por Taiwán, y el liderazgo mundial; Japón – China, Corea del Norte -Corea del Sur y otros conflictos en escalada permanente en África; Hay suficientes ejemplos para legitimar una situación conflictiva.

El futuro es incierto, todo puede cambiar en un segundo, debido las decisiones en cualquiera de las expresiones del poder, que hacen posible el efecto mariposa en forma global. Todo es vinculante en la posmodernidad. La migración a Marte por los representantes de la humanidad se aproxima con mayor certeza, día a día, mientras el mundo colapsa y sus habitantes se eliminan por cualquier motivo, la creatividad de destrucción es desbordante, supera con creces a la razón de la pervivencia humana.

¿Qué nos impulsa a la destrucción? El odio, la codicia, la necesidad, el poder, nuestras creencias, nuestros pensamientos perversos… las respuestas son múltiples, las excusas infinitas. Las guerras por sus resultados y motivos se han clasificado en: santas, justas, necesarias y normalmente su razón es la preservación de la paz.

La fragilidad de la paz requiere que los Estados cumplan con su responsabilidad de la defensa de su integridad territorial, la soberanía y la independencia, la nación debe aportar su esfuerzo en esa dirección dando cumplimento a precepto constitucional de amar y defender a la patria. Lo anterior implica la legalidad, legitimidad y la permanencia de la preparación del brazo armado. Es por ello que la defensa es permanente y flexible.

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