Ana Balda Arana
Profesora asociada de la Facultad
Comunicación
Los biopics sobre los fundadores de marcas de moda que han hecho historia están de moda. Disney + acaba de estrenar uno sobre Cristóbal Balenciaga y Apple +, otro sobre Christian Dior y Coco Chanel. Hay varias razones que explican el fenómeno, pero, brevemente, yo destacaría tres.
Por una parte, existe un público que siente curiosidad por saber más sobre los orígenes y personajes detrás de marcas de culto que reconoce por un estilo de zapatilla, un bolso o un perfume. Por otra parte, las plataformas y productoras de este tipo de formatos de entretenimiento saben que cualquier contenido relacionado con esas marcas es un reclamo.
Por último, las casas de moda, algunas centenarias como es el caso de Balenciaga (1917) o Chanel (1913), publicitan su dimensión histórica porque hacerlo les prestigia y ayuda a seguir manteniéndose en el sector del lujo. En consecuencia, suelen respaldar este tipo de iniciativas. De Getaria a París. La historia de Cristóbal Balenciaga (Getaria, 1895- Valencia, 1972) merece ser contada por novelesca.
Hay varias razones que explican el fenómeno.
¿Cómo un niño nacido en un pueblo de pescadores de la costa guipuzcoana llegó a ser considerado el rey de la moda internacional? Su entrada en la alta costura, cuando apenas tenía 12 años, la contó él mismo en una de las escasas entrevistas que concedió.
Empezó a trabajar en San Sebastián, por aquel entonces, sede del veraneo regio y ciudad cosmopolita gracias a su cercanía con Biarritz, otra ciudad balneario de la costa vasco francesa y destino vacacional de la élite internacional. Allí fundó su propia casa de moda, especializada en alta costura femenina, en 1917. En 1924 vestía ya a mujeres de la realeza española.
La instauración de la segunda república supuso un varapalo para el sector del lujo de la ciudad, y Balenciaga diversificó su negocio y abrió sedes de Madrid (1933) y Barcelona (1935). Durante los años veinte y treinta solía frecuentar los desfiles de los modistos de referencia de la escena francesa, donde compraba modelos que vendía bajo licencia en su sede donostiarra.
Estas visitas, además de ayudarle a mejorar la técnica, le permitieron conocer el funcionamiento de las casas líderes en el sector. La incertidumbre económica y social, provocada por el estallido de la Guerra Civil Española, aceleraron la apertura de otra sede en París.
Lo hizo con la ayuda financiera de dos socios, Wladzio d’Attainville y Nicolás Bizcarrondo. Presentó allí su primera colección en agosto de 1937, y la prensa internacional la recibió con buenas críticas. Desde esta fecha, compatibilizó el trabajo en la capital francesa con la actividad de sus talleres españoles. Continuará…