Luis Echarte
Profesor de Ética Médica.
Máster en Cristianismo y Cultura
Contemporánea
Por supuesto, el problema no está en la tecnología en sí misma, sino en el hecho histórico, demostrado, de que, cada cierto tiempo, un hombre malvado llega al poder.
El autor de Un mundo feliz sabe que el peligro no es inminente, pero advierte de que cuando lo sea, puede que ya no seamos capaces de evitar el punto de no retorno; esto es, la más temible singularidad, cuando la tecnología hace imposible derrocar al tirano. Otros males acercan esta temible singularidad tecnológica.
No me refiero solo a las modas transhumanistas, sino también a los humanismos buenistas que insisten en que todo se soluciona con una correcta educación en el uso sano y responsable de la tecnología.
Bajo este eslogan empezaron a regalar móviles a menores de edad hace veinte años, y hoy también se escudan con el mismo sainete para enseñar a nuestros estudiantes, en el aula, las ventajas de ChatGPT. ¿Por qué aprender a redactar si la máquina puede hacerlo por ti? ¿Se entiende aún que en esa habilidad se asienta una de las bases del pensamiento crítico y creativo? ChatGPT es una herramienta útil, sí, pero no para la docencia.
¿Por qué aprender a redactar si la máquina puede hacerlo por ti?
Las élites tecnócratas no llevarán chips y sabrán redactar. El humanismo cool están consiguiendo menos que nada. La estrategia del cordero con piel de lobo jugando al despiste retórico y a los juegos de tronos es contraproducente.
Como escribe Friedrich Nietzsche, allá por 1886, en Más allá del bien y del mal: “Quien con monstruos lucha, cuide de convertirse a su vez en monstruo”. Y los monstruos no son felices ni demócratas –interprétese a gusto esta última frase. Cuenta Publio Ovidio Nasón que Faetón pidió a su padre Helios que le permitiera conducir el carro del sol a través del cielo.
Según el poeta romano, cometió tres errores: desconfió de su filiación divina, infravaloró la labor de su padre y creyó que bastaba la buena intención para controlar el sol. Bajo su conducción, el carro causó estragos en el cielo y abrasó la Tierra.
¿Es posible detener a los futuros Faetón? Necesitamos volver a confiar en los discursos veraces y directos. Quizá la solución esté en un nuevo tipo de humanismo, llamémosle verdadero humanismo tecnológico, que ofrezca soluciones convincentes, pero sin violencia ni manipulación, sobre cómo esquivar el punto de no retorno.