jueves , 21 noviembre 2024
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ANA LORENA NÚÑEZ

Guillermo Monsanto
[email protected]

Foto: Cortesía Guillermo Monsanto

El producto artístico del siglo XXI se caracteriza por la variedad de los medios que lo alimentan. Tanto en lo técnico como en lo estilístico, los artistas que emergieron en los primeros años de esta centuria se han decantado por la búsqueda elementos variados para elaborar sus discursos.

Tendencia que no deja de lado expresiones como el dibujo, pintura, escultura y grabado. Ana Lorena Núñez es una creadora visual consecuente con sus referentes. Con paso firme, y buena crítica, ha conseguido posicionar su labor tanto en galerías como en otras plataformas brindadas por diferentes fundaciones y organizaciones afines al arte.

En el presente está exhibiendo junto a Carol Yurrita (de quien escribí en enero) y Mónica Torrebiarte (la semana pasada) en la sala de exposiciones del Museo Nacional de Guatemala en La Antigua. La obra de Núñez está concebida con sensibilidad. Las sutilezas manifiestas en cada trabajo parecieran traspasar un tiempo ya vivido por su esencia entrañable y nostálgica. Núñez concibe con conciencia clara sus repertorios iconográficos que, sin dejar de lado un sentido vínculo emocional, redundan en una obra contemporánea surgida de la búsqueda continúa en su taller.

La obra de Núñez está concebida con sensibilidad.

Como parte de su proyecto de los últimos años reluce una constante: el registro digital de la evolución de un sujeto principal a través del tiempo. Así va desvelando los cambios de la modelo en cada fase y la superación de los retos relacionados con cada etapa.

No siempre se tiene la oportunidad de dar seguimiento progresivo a una joven que va madurando en este tipo de ejercicios escalonados. Sus productos se alimentan de la multimedia, en donde lo digital toma un protagonismo fundamental. El resto surge de collages cuyas delicadas composiciones nos acercan a las iluminaciones e intervenciones realizadas en los estudios de los fotógrafos del siglo XIX. Valores que suman calidez orgánica a las propuestas. También, ha coqueteado con el pop art al confeccionar lenguajes sobre formas ya dadas.

En este caso, apropiándose un formato genérico, abstrae de diferentes marcas de refrescos sus logotipos, los cuales traslada a cada nuevo soporte. Ejercicio que provoca una respuesta emotiva de diálogo entre las viñetas populares, sus vibrantes colores y el público.

Siempre en esta modalidad pueden interpretarse las piezas individuales como pinturas. Pero cuando se trata de varios objetos compuestos, dependiendo de los espacios, también alcanza valores de instalación.

En este camino Núñez ha actuado sobre algunos elementos otorgándoles nueva lectura ¿son esculturas? Podrían funcionar fácilmente como tales. Su caja del deseo, cubos con impresiones, tienen una función utilitaria. Se puede jugar con ellos armando composiciones predeterminadas. Cada uno de los trabajos que se exhiben en esta muestra guardan coherencia y son consecuentes con su propio imaginario.

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[email protected]

Foto: Cortesía Guillermo Monsanto

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Tendencia que no deja de lado expresiones como el dibujo, pintura, escultura y grabado. Ana Lorena Núñez es una creadora visual consecuente con sus referentes. Con paso firme, y buena crítica, ha conseguido posicionar su labor tanto en galerías como en otras plataformas brindadas por diferentes fundaciones y organizaciones afines al arte.

En el presente está exhibiendo junto a Carol Yurrita (de quien escribí en enero) y Mónica Torrebiarte (la semana pasada) en la sala de exposiciones del Museo Nacional de Guatemala en La Antigua. La obra de Núñez está concebida con sensibilidad. Las sutilezas manifiestas en cada trabajo parecieran traspasar un tiempo ya vivido por su esencia entrañable y nostálgica. Núñez concibe con conciencia clara sus repertorios iconográficos que, sin dejar de lado un sentido vínculo emocional, redundan en una obra contemporánea surgida de la búsqueda continúa en su taller.

La obra de Núñez está concebida con sensibilidad.

Como parte de su proyecto de los últimos años reluce una constante: el registro digital de la evolución de un sujeto principal a través del tiempo. Así va desvelando los cambios de la modelo en cada fase y la superación de los retos relacionados con cada etapa.

No siempre se tiene la oportunidad de dar seguimiento progresivo a una joven que va madurando en este tipo de ejercicios escalonados. Sus productos se alimentan de la multimedia, en donde lo digital toma un protagonismo fundamental. El resto surge de collages cuyas delicadas composiciones nos acercan a las iluminaciones e intervenciones realizadas en los estudios de los fotógrafos del siglo XIX. Valores que suman calidez orgánica a las propuestas. También, ha coqueteado con el pop art al confeccionar lenguajes sobre formas ya dadas.

En este caso, apropiándose un formato genérico, abstrae de diferentes marcas de refrescos sus logotipos, los cuales traslada a cada nuevo soporte. Ejercicio que provoca una respuesta emotiva de diálogo entre las viñetas populares, sus vibrantes colores y el público.

Siempre en esta modalidad pueden interpretarse las piezas individuales como pinturas. Pero cuando se trata de varios objetos compuestos, dependiendo de los espacios, también alcanza valores de instalación.

En este camino Núñez ha actuado sobre algunos elementos otorgándoles nueva lectura ¿son esculturas? Podrían funcionar fácilmente como tales. Su caja del deseo, cubos con impresiones, tienen una función utilitaria. Se puede jugar con ellos armando composiciones predeterminadas. Cada uno de los trabajos que se exhiben en esta muestra guardan coherencia y son consecuentes con su propio imaginario.

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