Sala de prensa
Al momento de ser consultada sobre las herramientas que se pueden obtener de la mezcla entre la psicología y la educación canina, Osorio responde que “es superbonito entender cómo funciona el reino animal y cómo eso también puede apoyar a nivel terapéutico.
Hay muchos niños, niñas, adolescentes, adultos mayores, que han logrado sanar de alguna forma o sentirse más seguros de sí mismos, desarrollando ciertas habilidades que obtienen gracias a los animales. Por otro lado, esos animales también mejoran su nivel físico y emocional. El vínculo que se da entre dos especies es muy hermoso”, poniendo como ejemplo que se reduce el estrés, la ansiedad y la frecuencia cardíaca.
La psicóloga cuenta que cuando el dueño o dueña de la mascota se contacta con ella, pide que le informe detalladamente qué es lo que ocurre con la mascota, qué quiere lograr, y otros datos como si fue adoptado o no, a los cuántos meses, entre otros.
Lo más complejo es enseñar y convencer a los dueños que tienen que dedicarles tiempo a sus perros.
Con base en lo anterior, ella elabora un programa con una cantidad de clases y tareas que se deben cumplir dependiendo de cómo avanza el plan. Una parte importante del trabajo que hace Valentina es que ella entrega las herramientas y la teoría de cómo hacer las cosas. Sin embargo, existen algunos casos donde lo más complejo es enseñar y convencer a los dueños que tienen que dedicarles tiempo a sus perros, para que de esa manera puedan mejorar el problema que tienen.
Valentina Osorio siente una responsabilidad pública con su rol de educadora canina y de las cosas que se pueden hacer en el futuro. “Me enamoré de esta profesión ligada a los perros. Mi deseo es que en el futuro sea más reconocida y accesible. Imagino un escenario en el que los psicólogos puedan especializarse y contribuir a esta área, participando activamente en políticas públicas y contribuyendo a la mejora de la legislación sobre la detención responsable en los municipios”, concluye.