Ana Marta González
Catedrática de Filosofía
Revista Nuestro Tiempo
El mundo ha asumido los ideales de libertad e igualdad en casi todos los ámbitos, pero nuestra convivencia basada en la productividad relega a las personas mayores —que, paradójicamente, son más numerosas que nunca y están en mejores condiciones de salud— a roles sociales insignificantes.
La autora de este ensayo piensa que la rehabilitación del tercer ideal moderno, el de fraternidad, ayudaría a diseñar un modelo social en el que trabajo y cuidado se sostengan recíprocamente. Una categoría tan vaga como “los mayores” oculta una amplia diversidad de situaciones y necesidades que exigen una atención diferenciada.
El 75 por ciento de los mayores de 65 años goza de buena salud y son perfectamente autónomos.
Los convencionalismos y prejuicios que se apoderan de nuestro discurso se esfuman cuando contemplamos a esas personas más de cerca: ¿quién piensa en “los mayores” cuando está hablando con su padre? Por otra parte, ¿no es una categoría relativa? ¿Mayor que quién? ¿Acaso queremos decir jubilado? Sin embargo, la edad de jubilación responde a un criterio convencional. El 75 por ciento de los mayores de 65 años goza de buena salud y son perfectamente autónomos.
La gran mayoría cuenta con energías e ilusión para seguir contribuyendo a la vida social. ¿O acaso se jubila uno de su vocación profesional por el hecho de haber abandonado el mercado laboral? ¿Se jubila de responsabilidades familiares o de intereses culturales?
Por otra parte, la mayoría de las personas dependientes, que componen el 25 por ciento restante, vive en su domicilio —solo un 5 por ciento lo hace en residencias— con distintos grados de dependencia. Continuará…