António Guterres
Secretario General de las Naciones Unidas
Preparación ante pandemias. El Covid-19 ya no es la emergencia de salud pública de magnitud internacional que era, pero sigue circulando, y sigue causando efectos devastadores.
Los daños económicos causados por la pandemia todavía perduran; muchos sistemas de salud están pasando dificultades; millones de niños se ven amenazados por la enfermedad después de no haber recibido las vacunas infantiles sistemáticas; y, tres años después de que se desarrollaran las primeras vacunas contra el Covid19, todavía quedan miles de millones de personas sin proteger, en su mayor parte en países en desarrollo.
Cuando llegue la próxima pandemia, debemos hacer mejor trabajo; sin embargo, todavía no estamos preparados. Debemos prepararnos y tomar medidas basándonos en lo aprendido con el Covid-19.
Trabajando en colaboración, el mundo debe mejorar la vigilancia vírica, reforzar los sistemas de salud y hacer de la promesa de la cobertura sanitaria universal una realidad.
Debemos rechazar el desastre moral y médico de que los países amasen y controlen suministros de salud relacionados con las pandemias y velar por que todo el mundo tenga acceso a pruebas diagnósticas, tratamientos y vacunas. Debemos también reforzar la autoridad y la financiación de la Organización Mundial de la Salud.
Juntos, aprendamos de las enseñanzas extraídas del Covid-19 y que la energía limpia aporta muchos dones
Estos esfuerzos están dando resultado y logrando progresos. En la reunión de alto nivel sobre la prevención, la preparación y la respuesta frente a las pandemias celebrada en septiembre se acordó una sólida declaración política, que complementa las negociaciones relativas a un acuerdo sobre pandemias en Ginebra.
En el Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias (26 de diciembre), insto a los países a que aprovechen este impulso y logren un acuerdo sólido y exhaustivo, centrado en la equidad, antes de la próxima Asamblea Mundial de la Salud, que se celebrará en mayo.
Juntos, aprendamos de las enseñanzas extraídas del Covid-19 y adoptemos medidas basándonos en ellas, preparémonos, y construyamos un mundo más justo y sano para todos.
Energía limpia.
La energía limpia aporta numerosos dones, entre ellos puede purificar el aire contaminado, cubrir la demanda creciente de energía y garantizar los suministros, conectando a miles de millones de personas a una energía asequible, ayudando así a lograr que todos tengan acceso a la electricidad de aquí a 2030.
Todo ello, al tiempo que se ahorra dinero y se salva el planeta, mediante una transición justa, equitativa y urgente de los combustibles fósiles sucios a la energía limpia es esencial para evitar los peores efectos del caos climático e impulsar el desarrollo sostenible.
Por eso, celebro este primer Día Internacional de la Energía Limpia (26 de enero), aplaudo la labor de la Agencia Internacional de Energías Renovables y acojo con beneplácito el llamamiento que hicieron los países en la CP28 de triplicar la capacidad de energía renovable de aquí a 2030.
Creo firmemente que el abandono gradual de los combustibles fósiles no solo es necesario, sino inevitable. Pero necesitamos que los gobiernos actúen, que aceleren la transición, con los mayores emisores a la cabeza.
Ello requiere un aumento masivo de la financiación para el clima y, en particular, que los gobiernos reformen el modelo de negocio de los bancos multilaterales de desarrollo para que fluya la financiación asequible.
Requiere que, de aquí a 2025, los países elaboren nuevos planes nacionales para el clima en los que se esquematice una transición equitativa y justa hacia la energía limpia. Y requiere que los gobiernos cierren la puerta a la era de los combustibles fósiles, con justicia y equidad. Nuestro futuro con la energía limpia es imposible de detener. Juntos, hagámoslo realidad más rápidamente.