Desde el miércoles 10 de enero, las mascarillas vuelven a ser obligatorias en los centros sanitarios españoles, una medida que ha levantado bastante revuelo en los medios y en la sociedad en general. Hablemos, pues, de virus y mascarillas.
¿En qué situación estamos? Nos hallamos ante la tradicional epidemia estacional de virus respiratorios, que nos visitan todos los años (excepto los de la pandemia) por estas fechas, aunque esta temporada se ha adelantado unas semanas y, en principio, se espera el pico en los próximos días.
La mayoría de los casos son de gripe, Covid-19 y virus respiratorio sincitial (VRS), pero no es una “tripledemia”, como se ha dicho en algunos medios. En realidad, es un cóctel de virus respiratorios con otros coronavirus, rinovirus, parainfluenza, pneunovirus, adenovirus… Hay cientos de virus que causan infección respiratoria. No hay más virus que antes, son los de siempre, aunque desgraciadamente esta vez añadimos a la lista el Covid-19 (que, por cierto, todavía no es estacional como el resto y nos “visita” varias veces al año).
La mascarilla por sí sola no va a evitar que nos infectemos (solo reducirá la probabilidad).
Según el último informe de Sistema de Vigilancia de Infección Respiratoria Aguda (Semana 52/2023), en España la gripe circula con mayor intensidad que el resto de virus respiratorios y se asocia a tasas de incidencia en atención primaria y de hospitalización en creciente ascenso. La actividad de Covid-19 y de infección por VRS tienden a la estabilización en atención primaria.
La mayoría de los casos son leves y autolimitantes que no necesitan visita médica. Independientemente del virus, los síntomas y el tratamiento son muy similares: analgésicos y antitérmicos, buena hidratación y alimentación y descanso. En casos graves con dificultad respiratoria, dolor, fiebre persistente u otras patologías, habría que acudir al médico.
La situación por tanto no parece excepcional y al ser estacional era bastante previsible. Todo esto no quiere decir que no sea importante: recordemos que cada año fallecen varios miles de personas en España por infecciones respiratorias o complicaciones asociadas. En el conjunto de las enfermedades infecciosas, las respiratorias son las que más muertes causan cada año. Por eso, en general muere más gente en invierno que en verano.
¿Funcionan las mascarillas? Algunos afirman que no hay evidencias científicas de que las mascarillas funcionen. Una revisión sistemática sobre el uso de intervenciones físicas para reducir la expansión de los virus respiratorios llegó a la conclusión de que no había evidencia sobre su eficacia. Sin embargo, este tipo de revisiones no permite concluir que las mascarillas no sean eficaces. Un ensayo clínico aleatorio no es la mejor forma para analizar la eficacia de las mascarillas.
Para demostrar experimentalmente su utilidad habría que tomar dos grupos de personas (numerosos y homogéneos), uno con y el otro sin mascarilla (estableciendo el mismo tipo de mascarilla, tiempo de uso…), mantener a los dos grupos en el mismo ambiente con el virus, dejar que se infecten y medir después de un tiempo de exposición el número de infectados, enfermos y fallecidos. Un experimento… imposible de hacer.
Durante la pandemia se hizo muy popular la imagen del queso suizo para explicar cómo defenderse contra un virus respiratorio y reconocer que ninguna intervención por sí sola es perfecta para prevenir la propagación del virus. Cada intervención (o capa del queso) tiene sus imperfecciones (agujeros), pero múltiples capas mejoran la probabilidad de éxito.
La mascarilla por sí sola no va a evitar que nos infectemos (solo reducirá la probabilidad), pero si la combinamos con la higiene de manos, la distancia física, la evitación del contacto con gente si estamos infectados, la ventilación y filtración del aire, las vacunas… la probabilidad de propagar el virus y de enfermar será muchísimo menor.
Continuará…