Gonzalo Andrés Serrano
Facultad de Artes Liberales
A pesar de que lo común era que uno de los reos ocupara, mientras durase su pena, el rol de verdugo, esto no implicaba que no recibiera sueldo. Luego de conocerse los resultados de la PAES, muchos estudiantes ya han optado, de acuerdo con sus puntajes, a la carrera que querrán estudiar. De acuerdo con las estadísticas que he revisado, la mayoría sigue optando por carreras tradicionales: Medicina, Psicología, Enfermería, Derecho, etc.
Han cambiado los tiempos y las necesidades. Haciendo una revisión somera de actividades que han ido desapareciendo con el tiempo, hay una que, en tiempos de crímenes, secuestros y abusos, hoy tendría una gran demanda y esa es la profesión de verdugo. Sí, tal como la leyó, existiendo la pena de muerte (recuerde que se eliminó hace menos de medio siglo), alguien tenía que hacer el trabajo sucio.
La última vez que se aplicó, a los “Psicópatas de Viña del Mar, Jorge Sagredo y Alberto Topp, fue a través de un fusilamiento, bastante pulcro, pero no por ello menos traumático. El protocolo indicaba que uno de los fusileros llevaba, sin saberlo, una bala de salva, de tal forma que ninguno de los tiradores tenía la certeza de haber sido el autor material.
Sin embargo, los verdaderos verdugos eran los del siglo XIX, aquellos que estaban encargados de apretar el nudo de la cuerda que iba a estrangular la garganta hasta provocar la muerte.
Sin embargo, los verdaderos verdugos eran los del siglo XIX, aquellos que estaban encargados de apretar el nudo de la cuerda que iba a estrangular la garganta hasta provocar la muerte por asfixia o, más terrible aún, los que debían acertar con un hacha en el cuello del condenado para separar, de un solo golpe, la cabeza del cuello. El doctor Guillotin, aunque de muy mala fama, inventó la máquina que lo hizo famoso, justamente, para evitar golpes errados o un brazo que, en el último minuto, se pusiera débil o tembloroso.
En el caso de Chile, hay varios registros, incluso en este mismo diario, de la necesidad que existía de contar con estos profesionales de la muerte. Sin embargo, y por suerte, como no es común que alguien disfrutara de enviar a otras personas al otro mundo, por muy justa que fuera la condena, el camino más corto era conmutar la pena al reo a cambio de que se dedicara a cumplir la ley.
Continuará…