Mariana Betancourt, Claudia Burgos, Paula Rodríguez y Ana Eva Fraile
Revista Nuestro Tiempo
Soledad, por tanto, significa sentirse solo con independencia del número de conexiones sociales; el aislamiento —la ausencia de contacto— puede provocar soledad en algunas personas, mientras que otras pueden sentirse solas sin estar socialmente aisladas.
El ensayo de la doctora Fromm-Reichmann despertó el interés por analizar el fenómeno de la soledad desde diferentes perspectivas.
El sociólogo Robert Weiss, autor de Soledad: la experiencia de la soledad social y emocional (1973), desarrolló una teoría cimentada en seis necesidades que, de no satisfacerse, contribuyen al sentimiento de soledad: el apego, la integración social, el afecto, la reafirmación de la valía, la sensación de alianza fiable y la orientación en situaciones estresantes. Para él, la raíz de la soledad se encuentra en la falta de relaciones significativas y de vinculación comunitaria.
El corpus bibliográfico sobre este tema se multiplicó con el cambio de siglo y ha alcanzado su madurez durante las últimas dos décadas. Entre los abundantes títulos, destaca la aportación del profesor de Harvard Robert Putnam, que aborda el declive de los lazos comunitarios estadounidenses en Solo en la bolera: colapso y resurgimiento de la comunidad norteamericana (2000).
John Cacioppo, que cofundó el Centro de Neurología Cognitiva y Social de la Universidad de Chicago.
Este sociólogo y politólogo se enfoca en cómo los ciudadanos viven cada día más alejados de sus familias, amigos, vecinos y también de las instituciones sociales. Su análisis defiende que la pérdida de los vínculos nos está privando del factor más potente de satisfacción social y personal.
Desde el prisma de la neurociencia y la biología, John Cacioppo, que cofundó el Centro de Neurología Cognitiva y Social de la Universidad de Chicago en 2004, propuso una interpretación evolutiva de la soledad. Defendía que, de la misma manera que el dolor físico nos advierte de los peligros físicos y nos empuja a cuidar nuestro cuerpo, la soledad es una señal biológica que nos alerta de la amenaza de permanecer aislados y nos sirve de acicate para reparar los lazos sociales deshilachados.
Mediante escáneres cerebrales, análisis de la presión sanguínea, la respuesta inmunitaria, las hormonas del estrés, el comportamiento y la expresión génica, documentó los devastadores efectos de la soledad prolongada, que puede alterar incluso la transcripción del ADN en nuestras células inmunitarias. Fruto de sus investigaciones, publicó junto a William Patrick Soledad: la naturaleza humana y la necesidad de conexión social (2008).
La obra del Dr. Loneliness, como se le llegó a conocer, proporcionó una visión radicalmente nueva sobre la importancia del compromiso mutuo, la familia y la comunidad. Al romper el bucle del aislamiento, la persona gana bienestar y felicidad, que en la esfera colectiva se traduce en mayor prosperidad y cohesión social.
Desde un punto de vista histórico, Fay Bound Alberti, profesora de Historia Moderna de la Universidad de York, desbarata la creencia de la soledad como un fenómeno universal y atemporal. ¿Y si fuera una epidemia vinculada al desarrollo de la modernidad?
En el ensayo Una biografía de la soledad: historia de una emoción (2019), desgrana cómo el marco filosófico y espiritual imperante, muy distinto del de épocas anteriores, ha propiciado su nacimiento: “En el siglo XXI nos encontramos suspendidos en universos de creación propia en los que la certeza del yo y la unicidad importan mucho más que cualquier sentido de pertenencia colectiva”.
Continuará…