Dr. Jorge Antonio Ortega G.
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El mundo se transforma a pasos agigantados mientras la educación aún no asume el reto de cambiar de modelo, y es por ello que no se logra salir del estancamiento como sociedad, sobre todo debido a las pocas habilidades obtenidas a través del estándar actual de enseñanza, el cual está desfasado para el mundo de hoy y, lo preocupante, para el futuro.
Hoy es muy probable que el modelo esté superado, caduco y ortodoxo frente a la dinámica de las circunstancias actuales ¿qué hacer? Esa es la incógnita por resolver, la cual está clara y es de urgencia, sobre todo al ver los resultados de las pruebas a nivel nacional y las evaluaciones internacionales (PISA), que nuestros resultados no logran alcanzar el promedio mínimo aceptable y conforme va pasando el tiempo se va ensanchando la brecha entre las sociedades que aplican sus esfuerzos e invierten en su futuro por medio de ese nuevo modelo educativo que empieza con aprender a desaprender para aprender.
El cómo es lo fundamental para determinar los ejes de ejecución que deben ser involucrados y activados en esta revolución educativa que tiene un sinfín de requerimientos desde la óptica de la innovación, la creatividad e iniciativa, partiendo de que debe ser un nuevo modelo, no hay motivo o espacio para parches, modernizaciones o remozamiento. Por ejemplo: la automatización del conocimiento, computadores cuánticos, nanotecnología, robots inteligentes, inteligencia artificial, vehículos autónomos, agricultura de precisión, energía alternativa, en fin… su procesamiento, mantenimiento y uso son algunos de los retos a futuro mediato. La tecnología y su proyección a la cobertura total de la existencia humana.
Claro que hay ideas para aprender en el caos de la transformación de la sociedad.
Es una preocupación muy antigua acerca de consecuencias muy reales y una fuente de grandes esperanzas, así es la dicotomía con respecto a la utilización de la tecnología en este nuevo proyecto, al cual se le debe apostar por las grandes esperanzas y que es generador de cambios inimaginables en los procesos de aprendizaje-enseñanza. Ahora bien, no es la panacea mágica de la educación posmoderna solamente es una herramienta flexible y multifuncional que se debe aprovechar al máximo en beneficio del nuevo modelo.
La incorporación de la tecnología en la educación y en el desarrollo del humano contemporáneo no debe de ser un obstáculo, al contrario, su impacto es favorable, a pesar de que reduce algunas de las ocupaciones existentes y que en el futuro mediato tienden a desaparecer con la inteligencia artificial y otros sistemas que hacen la vida más placentera y productiva.
Un ejemplo de cómo la automatización no es una novedad, es que la incursión del automóvil desplazó a los caballos, de los escribanos, la imprenta, de la máquina de escribir a la computadora…y un sinfín de cambios inevitables debido a la tecnología que ha permitido los grandes saltos cualitativos y cuantitativos de la humanidad.
Con base en lo anterior, ¿qué trabajos van a existir cuando se gradúen los que nazcan en la actualidad?, ¿qué habilidades se van a requerir? Lo anterior es importante de solucionar a través de la prospectiva y los escenarios que se puedan desarrollar mediante las tendencias y los indicadores, dando el espacio necesario para el desarrollo tecnológico.
Así como la tecnología avanza, la educación necesaria para utilizarla efectivamente aumenta, y debe adaptarse para estar al día. Claro que hay ideas para aprender en el caos de la transformación de la sociedad. Todo se inicia con una disciplina de innovación, observar los cambios de intereses y necesidades del individuo, profundizar en las megatendencias y determinar por su comportamiento si van a desaparecer o se van a consolidar, fortalecer los métodos que son efectivos en este momento y extrapolarlos al futuro.
La sociedad necesita de nuevos ciudadanos preparados para enfrentar el futuro con mentalidades amplias y habilidades que permitan en conjunto el progreso sostenido de la nación, pero esto es posible sí y solo sí, se beneficia el cambio del modelo educacional como lo desarrolló la Revolución Liberal de 1871 al crear una política pública (vigente aún) que… “la educación debe ser obligatoria, gratuita y laica”.