Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
La ejecución material de la obra corrió a cargo de José del Castillo, cantero de Piedramillera, Miguel y Juan José Albéniz, albañiles de Estella y Juan José Murga, escultor de Oteiza, en tanto que la decoración pintada se encargó, en 1765, al dorador de Los Arcos Santiago Zuazo, con condicionado del citado fraile carmelita.
El conjunto de yeserías resulta de enorme efectismo, tanto las de la cúpula como las de las paredes, con gran dominio de los fondos blancos que, aunque es característica de la fase rococó, es posible que no lo fuese de tanta intensidad en el proyecto original.
Destacan los santos, evangelistas y, sobre todo, un ciclo de la vida del titular, desarrollado en el anillo de la cúpula, con las escenas más significativas de su historia legendaria. No describiremos nada de ello por haberse hecho en numerosas ocasiones, pero sí destacaremos una del programa que hoy ya ha desaparecido y cuya existencia ha pasado inadvertida.
El verdadero carácter del interior de la nave son las pinturas de su cubierta.
Nos referimos a las pinturas que decoraban los muros de la cabecera, a las que se refiere Madrazo, tomando la nota de la novena del santo escrita, en 1877, por Luis Bermejo y Roncal y editada en diversas ocasiones en Logroño (1880), Pamplona (1888) y Estella (1899). Allí leemos: “Los costados de la capilla mayor tienen figuras pintadas a lo vivo, y lo mismo fuera de ella entre capilla y capilla, simulando en un lado un sacerdote que sale a celebrar misa y en el otro, uno revestido con sobrepelliz”.
Todo ello lo juzga Madrazo como “juguetes” impropios de la gravedad y majestad del santuario, si bien fue durante el siglo XVIII cuando se impuso el ilusionismo arquitectónico, que añade a la realidad figuras y arquitecturas fingidas, haciéndola más grandiosa, imaginativa y monumental. Ministros de la liturgia, entrando o saliendo por puertas, ya se habían representado por Francisco del Plano en San Francisco de Viana, décadas atrás.
Constituían un procedimiento usual en este tipo de pinturas ilusionistas. Es muy posible que bajo los encalados se encuentren aquellos trampantojos. La nave con las historias del santo en una serie de 1831.
El cuerpo de la nave mayor sufrió una nueva intervención en la última década del siglo XVIII, a raíz de un proyecto que hizo Diego Díaz del Valle (1796), documentado por Víctor Pastor Abaigar, que se llevaría a cabo, finalmente, bajo la dirección del maestro riojano Francisco Sabando, a partir de 1797. El verdadero carácter del interior de la nave son las pinturas de su cubierta y, sobre todo, los lienzos que pintó el logroñés Ramón Garrido en 1831.