sábado , 23 noviembre 2024
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CARLOS MÉRIDA (II)

Guillermo Monsanto
[email protected]

Foto: Tomada de Internet

La semana pasada se cerró esta semblanza sugiriendo la presencia de los murales de Carlos Mérida en el Centro Cívico. El de la Municipalidad Metropolitana, el primero de ellos, se elaboró entre 1955 y 1956 y se llama Un canto lírico a la raza nuestra.

Está ubicado en el vestíbulo principal del palacio de la loba y se extiende al segundo nivel y los cubos laterales de las gradas del edificio para sumar un total de 400 metros cuadrados de mosaicos venecianos. Mérida, al igual que lo plantearon los otros muralistas -Dagoberto Vásquez, Guillermo Grajeda Mena, Roberto González Goyri y Efraín Recinos- y en palabras del propio artista, entendió el proceso inicial como un trabajo de investigación relacionado con la escala proporcional de las partes constitutivas del todo. O sea lo arquitectónico y sus elementos decorativos.

En el caso específico de Mérida, “la correspondencia entre las partes… con el ritmo, con las relaciones cromáticas, con el valor tonal, con las leyes de la proximidad y de los opuestos, que afloran en la adecuada articulación de las formas en el conjunto, con fenómenos azas interesantes por curiosos como los balances en línea, la perspectiva unifocal y multifocal, la densidad, las texturas, la asimetría simétrica”.

Las placas de cobre fueron siniestradas sistemáticamente.

Figurativamente guardan cierta relación con parte de los murales realizados para los Multifamiliares Juárez, destruidos durante el terremoto de 1985. Es en ese lapso, 1950, que este protagonista se va decantando por figuras geométricas cada vez más planas y monocromáticas. Suelta sus exploraciones abstractas, metafísicas y surrealistas presentes en su obra de finales años veinte, los treinta y cuarenta. Un canto lírico a la raza trata sobre el mestizaje.

Para ello divide la cara principal en dos dejando de un lado lo indígena y del otro lo hispánico. El resto es una libre composición abstracto-geométrica. Según Juan Juárez esta obra es un “torrente de imágenes y de colores fulgurantes desprendidos del entrecruzamiento de líneas y planos, y desbordar, casi, el riguroso ordenamiento geométrico”.

También, opina que este trabajo es más bien épico que lírico. El mural exterior de IGSS, Alegoría a la seguridad social, también es ejecutado en mosaico veneciano. Este es su trabajo más figurativo en el área y gira en torno a los servicios del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social. Esta loseta exterior tiene, en la parte de atrás, otro mosaico abstracto, del mismo tamaño, confeccionado con variaciones de celestes cuya misión era servir de fondo neutro a un recinto destinado a ser una sala de exposiciones.

La actual administración del Crédito Hipotecario está restaurando sus murales de esmalte sobre cobre. Estos fueron siniestrados sistemáticamente por un conserje que vendió las placas a un chatarrero. En todo caso, el daño que le hizo a la obra no tiene parangón para un trabajo de esa magnitud.

La institución, providencialmente, guardó los bocetos con las proporciones y locaciones originales… (Continuará).

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Está ubicado en el vestíbulo principal del palacio de la loba y se extiende al segundo nivel y los cubos laterales de las gradas del edificio para sumar un total de 400 metros cuadrados de mosaicos venecianos. Mérida, al igual que lo plantearon los otros muralistas -Dagoberto Vásquez, Guillermo Grajeda Mena, Roberto González Goyri y Efraín Recinos- y en palabras del propio artista, entendió el proceso inicial como un trabajo de investigación relacionado con la escala proporcional de las partes constitutivas del todo. O sea lo arquitectónico y sus elementos decorativos.

En el caso específico de Mérida, “la correspondencia entre las partes… con el ritmo, con las relaciones cromáticas, con el valor tonal, con las leyes de la proximidad y de los opuestos, que afloran en la adecuada articulación de las formas en el conjunto, con fenómenos azas interesantes por curiosos como los balances en línea, la perspectiva unifocal y multifocal, la densidad, las texturas, la asimetría simétrica”.

Las placas de cobre fueron siniestradas sistemáticamente.

Figurativamente guardan cierta relación con parte de los murales realizados para los Multifamiliares Juárez, destruidos durante el terremoto de 1985. Es en ese lapso, 1950, que este protagonista se va decantando por figuras geométricas cada vez más planas y monocromáticas. Suelta sus exploraciones abstractas, metafísicas y surrealistas presentes en su obra de finales años veinte, los treinta y cuarenta. Un canto lírico a la raza trata sobre el mestizaje.

Para ello divide la cara principal en dos dejando de un lado lo indígena y del otro lo hispánico. El resto es una libre composición abstracto-geométrica. Según Juan Juárez esta obra es un “torrente de imágenes y de colores fulgurantes desprendidos del entrecruzamiento de líneas y planos, y desbordar, casi, el riguroso ordenamiento geométrico”.

También, opina que este trabajo es más bien épico que lírico. El mural exterior de IGSS, Alegoría a la seguridad social, también es ejecutado en mosaico veneciano. Este es su trabajo más figurativo en el área y gira en torno a los servicios del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social. Esta loseta exterior tiene, en la parte de atrás, otro mosaico abstracto, del mismo tamaño, confeccionado con variaciones de celestes cuya misión era servir de fondo neutro a un recinto destinado a ser una sala de exposiciones.

La actual administración del Crédito Hipotecario está restaurando sus murales de esmalte sobre cobre. Estos fueron siniestrados sistemáticamente por un conserje que vendió las placas a un chatarrero. En todo caso, el daño que le hizo a la obra no tiene parangón para un trabajo de esa magnitud.

La institución, providencialmente, guardó los bocetos con las proporciones y locaciones originales… (Continuará).

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