Daniel Doyle Sánchez
Profesor del Departamento de Filosofía
El 16 de noviembre celebramos el Día Internacional de la Filosofía. Desde sus orígenes (en nuestro contexto occidental en la antigua Grecia VI a.C.), la filosofía ha sido un faro que ilumina las sombras de la incertidumbre y la duda que rodean todos los aspectos de nuestra existencia. Este “amor a la sabiduría” que es la filosofía (phileîn, ‘amar’, y sofía, ‘sabiduría’) ha sido un pilar esencial en la construcción de nuestra comprensión del mundo y del lugar que ocupamos en él.
A pesar de sus continuas crisis de identidad, porque nunca queda íntegramente satisfecha en sus resultados, la filosofía persiste, recordándonos que, de una manera u otra, siempre nos movemos en algún tipo de perspectiva fundamentada en conceptos filosóficos.
La filosofía es como un largo camino hacia la inmediatez de lo real, de lo que se presenta, pero también de lo que se nos oculta. Nos exige distanciarnos de la realidad para entrar de nuevo en ella mediante la reflexión. Una vez dentro, la dotamos de significado. Al distanciarnos de lo inmediato, creamos un espacio para la reflexión profunda, permitiéndonos no solo comprender el mundo, sino constituirlo y también transformarlo.
La filosofía es como un largo camino hacia la inmediatez de lo real, de lo que se presenta, pero también de lo que se nos oculta.
Es en esta constante oscilación entre la inmediatez y la reflexión que la filosofía se revela como una fuerza dinámica que impulsa la evolución del pensamiento humano. A lo largo del tiempo, ha sido testigo de la intersección entre la razón y la experiencia, entre lo abstracto y lo concreto, entre lo conceptual y lo vivencial, convirtiéndose en un medio para explorar la complejidad de la realidad y, al mismo tiempo, para trascenderla.
Cada respuesta que encontramos parece abrir las puertas a nuevas preguntas, revelando la naturaleza infinita y siempre cambiante de la búsqueda del conocimiento. Como decía Wittgenstein, los problemas de la filosofía son como “un nudo en nuestro pensamiento que debe ser desatado”, y su objetivo, “mostrar a la mosca la salida de la botella”.
En este contexto, la filosofía no solo se limita a un conjunto de teorías abstractas, sino que se convierte en una herramienta activa para la comprensión y transformación del mundo que habitamos. Con la filosofía el mundo cambia.
Continuará…