Enrique Aubá
Médico psiquiatra
Revista Nuestro Tiempo
Este sufrimiento puede ser leve o intenso, transitorio o permanente. A veces cuesta más convivir con él o se antoja imposible de llevar, y el suicidio puede parecer, aunque no lo sea, una solución. Pero se puede recuperar el equilibrio. En el plano estático se puede aprender a suscitar respuestas fisiológicas de relajación, y en el dinámico es posible encontrar de nuevo un objetivo, un propósito para la vida.
El trastorno mental, el consumo de alcohol y otros tóxicos y factores psicosociales constituyen los principales factores de riesgo para el suicidio. Se estima que solo un 10 por ciento de las personas que se suicidan no tiene enfermedad mental o trastorno mental transitorio.
Entre los trastornos mentales destacan la depresión, la ansiedad, otros graves (esquizofrenia o bipolaridad, entre otros) y los de personalidad. En un estado mental alterado, el consumo de tóxicos produce una desinhibición y falta de control sobre la conducta que puede desencadenar un intento de suicidio.
Hay factores sociales que pueden condicionar la aparición de estados afectivos negativos y asociarse también con conductas suicidas.
Hay factores sociales (crisis económica, carencias, acontecimientos traumáticos, conflictos familiares o de relación, estrés laboral…) que pueden condicionar la aparición de estados afectivos negativos y asociarse también con conductas suicidas.
Como contrapeso, el apoyo familiar y social, los recursos emocionales y las defensas psicológicas, la capacidad de pedir ayuda y algunas creencias y valores ejercen habitualmente de factores protectores. Cuando no están, también aumenta el riesgo de suicidio. Esta variedad de elementos apunta distintos niveles de actuación posibles.
Los jóvenes, un caso especial. Aunque la tasa global de suicidios permanece relativamente estable (haría falta más tiempo para determinar si crece), desde la pandemia están aumentando los intentos de suicido y las autolesiones en los jóvenes.
Entre ellos se han multiplicado también los cuadros de ansiedad, depresión, trastornos alimentarios, abuso de sustancias (alcohol y cannabis, además de tabaco) y adicciones comportamentales (fundamentalmente por un uso problemático de la tecnología). Constituyen, por lo tanto, un grupo prioritario para la prevención.
Son útiles los estudios en población universitaria, ya que se pueden hacer fotos periódicas y se ven los cambios con el paso de los años. Además, no hay diferencias importantes entre los jóvenes
universitarios y los no universitarios.
Continuará…