lunes , 25 noviembre 2024
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¿Podemos disminuir los suicidios? (III)

Enrique Aubá 

Médico psiquiatra 

Revista Nuestro Tiempo

En la novela La hermana (1946), el escritor húngaro Sandor Marai se hace estas preguntas al hilo del suicidio de unos amantes: “¿Qué había obligado a esas dos personas a destrozar su vida de una forma tan irracional y contra todo pronóstico?

¿Tan intenso es el ser humano? La educación, la moral, las leyes sociales, ¿no tienen fuerza suficiente para contener el embate de la pasión en los momentos cruciales?”. Marai subraya con esta escena la fuerza de las pasiones: en la conducta suicida hay un momento transitorio de ofuscación por alteración emocional, estado de “visión túnel”, en el que no se ve otra salida más que el suicidio.

Este instante es de especial importancia, es en el que se ha de conseguir tender una mano o que la persona pida ayuda, hablar. Una vez superado, se alivia la angustia inmediata y pueden buscarse soluciones a los problemas, contar con redes de apoyo, poner en marcha mecanismos de autorregulación.

El suicidio es una señal de alteración del equilibrio psicosomático.

Ahí es donde tenemos que conseguir estar, para que el que entra en el túnel pueda ver luz a la que agarrarse. Sufrimiento y equilibrio psicosomático. ¿Cuántos elementos influyen para que una persona quiera suicidarse, intente suicidarse o se suicide? Innumerables, pero de algunos tenemos constancia. El suicidio es una señal de alteración del equilibrio psicosomático, de la homeostasis interna, que se traduce en sufrimiento.

A las personas nos sostiene una pulsión de vida interna a la que llamamos instinto; nos movemos hacia delante, hacia donde sea, en busca de sentido. Nos nutrimos, nos reproducimos, jugamos, nos relacionamos, trabajamos, creamos, amamos, nos realizamos. Todas las fuerzas motivacionales están en juego a la vez (unas más animales, otras más propiamente humanas), pero todas nos mueven.

Este equilibrio dinámico se puede ver alterado por varias causas: exceso de demandas y saturación, agotamiento o falta de energía, o porque, sencillamente, los mecanismos de regulación nerviosa funcionan mal (como en la diabetes fallan los que regulan el azúcar).

Cuando nos desestabilizamos, simplificando un poco, aparece primero la ansiedad en diversas formas, la desregulación de otros sistemas fisiológicos con síntomas somáticos (cefaleas, molestias digestivas inespecíficas, cuadros de fatiga y dolor, disfunciones sexuales …) y la depresión.  

                    Continuará… 

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