El 1 de noviembre se conmemora a Todos los Santos y el 2 de noviembre a los Santos Difuntos. En estas fechas la comida es relevante porque responde a las tradiciones e incluso conforma un listado de alimentos para los difuntos a manera de culto a los ancestros.
Se evidencian actividades inmateriales en torno a la gastronomía particular aunada a las costumbres para estas fechas en particular y relacionadas con esos platillos patrimoniales que se preparan, en la mayoría de los casos una vez al año, cuando se visitan los cementerios considerados verdaderos espacios de memoria.
La festividad en torno a los difuntos da inicio días antes con los preparativos. Las flores perfuman las calles y las características coronas de flores multicolor están por doquier y a la venta para tenerlas listas para el día esperado, cuando se visitan los cementerios, se adornan las tumbas con flores y se presentan otros ornamentos de papel de china.
La confección de los barriles gigantes responde a un sentimiento de identidad, porque es una expresión de arte colectivo, llena de significado en cada dibujo que muestra. Detrás de cada barrilete existe un trabajo esmerado, de todo un año por lo que cada detalle es cuidado porque el resultado será majestuoso y será expuesto con estima. Su cometido es palpable al elevarse a través del viento fuerte para perderse entre otros barriletes, mientras responde al deseo intrínseco de llevar consigo los mensajes escritos en papeles debidamente doblados y colocados alrededor del cordel donde se plasman los mejores sentimientos hacia los seres queridos en el más allá.
Puntualmente, la elaboración de las comidas para la ocasión reúne a familias completas a través de las recetas de antaño como puede ser la del dulce de ayote con panela. La dirección de mamá es apreciada y será seguida con precisión, porque bien podría afirmarse que estas fechas no parecen de los muertos sino de los vivos. Todos suelen estar unidos alrededor de la preparación de los postres conocidos como de cabecera cuando se transmiten de generación en generación los secretos gastronómicos ancestrales mejor guardados.
Diversos postres o dulces son incluidos para la ocasión y el listado es amplio como lo es el gusto personal, entre los que se prefieren la manzanilla, jocote o el ayote o calabaza preparados con almíbar o como mejor se le conoce familiarmente con una miel a base de azúcar o panela, perfumada con canela, clavos de olor, pimienta gorda, jengibre y hojas de higo o naranja. Otro deleite particular, será que cada quien le incorpore a su dulce una cucharadita de crema con el fin de neutralizar el nivel de dulzor. La memoria colectiva indica que en la época Prehispánica se elaboraba un cocimiento de ayote, elote, jocote manzanilla o güisquil. Es decir, una receta simple, sin el almíbar previamente mencionado.