Camila Sáenz
Hace ya casi diez años que mi vida dio un giro extraordinario. Fue cuando tomé la decisión de mudarme al otro lado del mundo, a un país donde el idioma que se habla está considerado como uno de los más difíciles y desafiantes de aprender. Pensé que terminaría solo mi carrera universitaria y volvería a Guatemala, pero terminé abriendo empresas, viajando por el mundo y aproveché cada oportunidad que tuve.
Me fui sin conocer a ni una sola persona en aquel rincón lejano del planeta. Con menos de veinte años, emprendí el viaje en solitario. Todo mi equipaje consistía en dos maletas y el firme propósito de pasar cuatro años en aquel lugar tan desconocido para mí.
Mi destino fue Taiwán, una isla tres veces más pequeña que mi país, Guatemala. Pero ¿cómo llegué ahí? La oportunidad surgió cuando me dieron la beca ICDF que otorga la República China, Taiwán, a guatemaltecos y otros países amigos de Taiwán. Esta beca completa financia estudios, alojamiento, seguro médico, pasajes de avión de ida y vuelta y, además, proporciona una mensualidad para cubrir las necesidades de alimentación y transporte de la persona.
Esta beca completa financia estudios, alojamiento, seguro médico, pasajes de avión de ida y vuelta y, además, proporciona una mensualidad.
Al llegar, experimenté la libertad de transitar por sus calles a cualquier hora del día o de la noche sin temor a la delincuencia; en ningún momento nadie intentó robarme o asaltarme. Y es que, según las estadísticas, Taiwán es uno de los países más seguros del mundo.
El sistema de transporte público ofrece una red de autobuses, trenes y alquiler de bicicletas que operan con mucha eficiencia. En prácticamente cada esquina hay una parada que facilita su uso. El sistema de salud nunca me defraudó; es rápido y muy económico. Una limpieza dental cuesta apenas doce quetzales (Q12.00). Siempre he dicho que Taiwán es un lugar utópico, donde todo funciona a la perfección, y mi anhelo es que Guatemala llegue a ser igual.
Las diferencias culturales, tradicionales y lingüísticas entre Guatemala y Taiwán son innegables, pero, sorprendentemente, adaptarme a él me resultó mucho más sencillo de lo que yo había imaginado. La gente en Taiwán es muy amigable y siempre encuentra la forma de ayudar a un extranjero.
Los primeros cuatro años los dediqué a estudiar Periodismo y Comunicaciones en una Universidad Internacional donde mis compañeros de clase provenían de muchísimos países diferentes. Ese entorno tan diverso me obligó a desaprender ciertas cosas y despertó mi curiosidad por las distintas culturas y formas de vida.
Para poder viajar y conocer el lado del mundo donde me encontraba, ahorré todo lo que pude y di tutorías de inglés. Empecé a explorar mis alrededores aprovechando cada día libre de mi estadía, tanto en verano como en invierno. Siempre había soñado con dedicarme a la fotografía, por lo que busqué pasantías que me brindaran la oportunidad de poner en práctica mis conocimientos y aprender nuevas habilidades. Con estos pequeños trabajos tuve la oportunidad de trabajar en países como Nepal, Kenia, Filipinas y Tailandia.
En varias ocasiones tuve el honor de exponer mis fotografías en Guatemala y en Taiwán, y luego conseguí dar un paso más. Mi deseo de fotografiar el mundo dio vida a un libro de fotografías que destaca las diversas culturas con las que había tenido el privilegio de convivir durante mis estudios. Mi obra, unDIFFERENT, es una muestra del viaje que hice por treinta y tres países. Hasta hoy, se han impreso más de cien copias de esa maravillosa aventura.
Después de eso, puse en pausa el capítulo de Camila Sáenz, fotógrafa, y empecé uno nuevo, el de Camila Sáenz, emprendedora.
Continuará…