Ignacio Uría
Revista Nuestro Tiempo
Lluvia. Siempre la lluvia. Enemiga de nuestra niñez. Enviada por Dios desde un cielo de plomo que nos miraba con indiferencia. Comenzaba el curso y arrancaba a llover. Llovía con una constancia de segundero.
Sin pausa ni piedad. Tac, tac. Así era la voz del agua llamando al cristal, pizarra de emergencia donde dibujar con el dedo (un sol, un cohete, una cara sin orejas). El cielo negro —aún lo recuerdo— sacaba lo peor de las madres. “Ponte el chubasquero y el gorro”. Horror. El gorro. Al menos, no era el paraguas. ¿Hay una condena mayor para un niño que llevar paraguas? A quién se le ocurre.
Lo único bueno es que servía de espada, y qué duelos de mosquetero. “Vais a sacaros un ojo, guajinos”, nos decía doña Conce desde el tendejón de la cancha de hockey. Don Juan, sin embargo, sonreía con los ojos mientras apuraba la pipa, a la que llamaba cachimba. Y al silbato, chiflu. “Tráeme el chiflu, Uría, que se me olvidó en clase”.
Don Juan, sin embargo, sonreía con los ojos mientras apuraba la pipa, a la que llamaba
cachimba.
Él cuidaba el recreo, que siempre terminaba con dos pitidos largos, de árbitro mundialista. Yo fui al aula, pero ni rastro del chirimbolo. Al final, apareció don Juan con cara de tormenta. “Tan listo para unas cosas y tan tonto para otras”, gruñó. En el patio llovía al revés, del suelo a los pantalones —cortos, por supuesto—, rebotando contra unas baldosas pulidas por el agua y el entusiasmo. Don Juan era de Cuadros, un pueblín leonés cerca de La Robla, “donde hace un frío siberiano”.
Nosotros ignorábamos qué quería decir siberiano y también dónde estaba Siberia. Lo desconocíamos casi todo, salvo el catecismo, que iba al dedillo. Ese año hacíamos la+ comunión. Cosa seria. “¿Cuál es la señal del cristiano?”, preguntaba el padre Cutre, que había sido misionero en Brasil. Yo me despistaba mirándole la boina, pero ahí estaba Heugas para salvarnos: “La señal del cristiano es la Santa Cruz”.
El jesuita continuaba, infatigable: “¿Por qué la Santa Cruz es la señal del cristiano? —La Santa Cruz es la señal del cristiano porque en ella murió Jesucristo para redimir a los hombres”. Silencio y miradas de gallina: “¿Qué es redimir, padre?”. Vivan los valientes. “Redimir es rescatar del pecado”, nos aclaró mientras se acomodaba la sotana. “Y del pecado, lo peor es la perseverancia”. Amén.
Continuará…