Fotos: EFE
Competir en la Liga de Campeones a veces es así. Transitar por la cornisa sin caerse por el precipicio cuando se tiene un mal día como visitante en vez de acabar derrotado o, en el peor de los casos, goleado.
El Barcelona hizo exactamente eso ayer en el Estadio do Dragao. Sobrevivir a un partido extraño en el que el Porto puso un ritmo endiablado, a las bajas de De Jonk, Pedri y Raphina, a la temprana lesión de Lewandowski y a los problemas físicos de Araújo. Y ganó 0-1, sin merecerlo, gracias a un gol de Ferran Torres, que sustituyó al delantero polaco, al filo del descanso.
Los azulgranas tuvieron que sobreponerse, para empezar, al buen arranque del Porto. Unos primeros 20 minutos muy serios de la escuadra local, que sorprendió a su rival siendo agresiva, apretando arriba y ganando casi todos los duelos.
Desconcertado y desubicado, el Barsa pudo recibir el primero pasado el cuarto de hora, en un error de Koundé, que midió mal y propició un ataque portugués que acabó con un disparo demasiado centrado de Eustáquio que Ter Stegen atajó sin problemas.
El Barsa por fin puso a prueba a Diogo Costa la primera vez que Lamine Yamal, que estrenaba titularidad en Champions, protagonizó un acción de desborde. El balón llegó a Joao Félix, que con un disparo seco desde la frontal que obligó al meta local a desviar el balón al córner.
Hasta que, en el tiempo añadido, un grosero error de Romário Baró en la salida del esférico la aprovechaba Gündogan para filtrar un pase a Ferran, que se plantaba solo ante Diogo Costa para hacer el 0-1. El tanto del Tiburón, que ha empezado la temporada como un tiro, acabaría siendo definitivo.
En inferioridad numérica y física, con un Araújo renqueante, el Barsa logro sobrevivir en Porto. Ya es líder en solitario del Grupo H. Quizá superar un partido como el que vivió ayer en el Estadio do Dragao significa que su reciente historia en la Champions está cambiando.