Javier Andreu Pintado
Catedrático de Historia Antigua y director del Diploma en Arqueología
Algo no estamos haciendo bien si, tras décadas de intensa investigación, todavía no asumimos que entre los vascones hubo una gran presencia romana, al menos desde que en el año 179 a. C., sobre la antigua Ilurcis –no lejos de ser llamado ager Vasconum–, Tiberio Sempronio Graco fundó una ciudad a la que dio su nombre, Gracchurris, en sustitución de un topónimo netamente vascónico. Nada menos que cien años antes de la destrucción de Irulegi. Si Irulegi fue destruida, si la mano de Irulegi fue grabada y colocada por un habitante del lugar en su propia casa, fue porque, para entonces, la presencia romana entre los vascones y el influjo de su cultura estaban enormemente consolidados.
De lo contrario, los habitantes de Irulegi ni habrían conocido el medio epigráfico, ni habrían tomado partido en la contienda y, muy probablemente, tampoco los contendientes –Pompeyo y Sertorio– se habrían fijado en el territorio vascón para coaligarse cada uno de ellos con las ciudades de aquél que aceptaron las condiciones diplomáticas que ellos, buscando clientelas colaboracionistas, ofrecieron.Roma ya había hecho eso veinte años antes en la zona, en los años 90 de ese siglo, para incorporar jinetes con nombres vascónicos a sus ejércitos del llamado Bellum Sociale Itálico.
Eso es lo que nos cuenta la mano de Irulegi y lo que, ahora, se confirma en las excavaciones.
Otra prueba de la secular integración de los vascones. En las guerras de Sertorio, entre los vascones hubo sertorianos –como los Calagurritanos– y pompeyanos –acaso los habitantes de Pamplona o los federados de la ciudad que seguimos excavando en Los Bañales de Uncastillo, en Zaragoza, también territorio vascón– y que se implicaran en el conflicto solo se explica por esa sólida romanización que no fue brusca porque, para entonces, llevaba un siglo permeando en un proceso que debemos, precisamente, al estado que se ocupó de dar a los pobladores de algunos puntos concretos de la Navarra actual, de La Rioja y de las Cinco Villas de Aragón el nombre de vascones, acaso subrayando el único elemento que de ellos la investigación tiene hoy claro: su mezcla con iberos y celtíberos, su heterogeneidad cultural.
Eso es lo que nos cuenta la mano de Irulegi y lo que, ahora, se confirma en las excavaciones del más mediático de los yacimientos arqueológicos de Navarra. El más mediático, pero, conviene recordarlo, no el único, que nos ha de aportar luz sobre la apasionante romanización de nuestra tierra.