Sofía Salas Ibarra
Profesora Titular, Centro de Bioética Facultad de Medicina
Como educadores, es nuestro deber formar a las nuevas generaciones de profesionales sanitarios con un enfoque en derechos humanos y una robusta formación ética, para que la tragedia que vivieron muchas personas no se repita.
Al conmemorarse los 50 años del golpe de Estado en Chile, es relevante recordar los fundamentos éticos de por qué el profesional médico no debe nunca participar, ni activa ni pasivamente, en actos de tortura.
La Asociación Médica Mundial (AMM) define tortura como el “sufrimiento físico o mental infligido en forma deliberada, sistemática o caprichosamente por una o más personas, que actúan solas o bajo las órdenes de cualquier autoridad, para forzar a otra persona a entregar informaciones, hacerla confesar o por cualquier otra razón”.
El principal fundamento ético del por qué la tortura es siempre reprochable porque atenta contra la dignidad intrínseca de todo ser humano. Así, la Declaración Universal de Derechos Humanos, indica expresamente que “nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”.
La tortura es siempre reprochable porque atenta contra la dignidad intrínseca de todo ser humano.
Es especialmente condenable la participación del profesional médico, puesto que al hacerlo incumple con el ethos mismo de la profesión. Tal como lo menciona la destacada filósofa española Victoria Camps, el médico tiene un compromiso ineludible de carácter moral y en su práctica busca dos objetivos primordiales: el bien de los pacientes y el empeño en construir una buena imagen de la propia profesión. Como es obvio, ninguno de estos es alcanzable si el médico se convierte en torturador.
El Código Internacional de Ética Médica de la AMM señala: “El médico nunca debe participar o facilitar actos de tortura, castigos u otras prácticas crueles, inhumanas o degradantes”, prohibición que es refrendada por numerosas declaraciones y normas éticas internacionales suscritas por la profesión médica.
Una de estas es la Declaración de Tokio de la AMM, cuya introducción fundamenta la prohibición de participar en actos de tortura porque el médico “debe mantener el máximo respeto por la vida humana, aun bajo amenaza, y jamás utilizar sus conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad”.
Continuará…