Frank Gálvez
Locutor y Periodista
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La libertad es un concepto que se presta a la máxima confusión, tanto en los adultos como en los
jóvenes. Por ejemplo,en nombre de la libertad, hombres y mujeres desprecian la fidelidad honesta, mientras los jóvenes abandonan completamente el camino que con amor trazaron sus padres. En nombre de la libertad, en redes sociales se publicitan las peores mentiras.
En nombre de la libertad, al aparecer el peligro, la gente se encierra en su propia cáscara. Se vive demasiado a la medida de los propios sentimientos, deseos, caprichos y del propio miedo. Esta es la única libertad conocida por muchos, cultivada y adorada por los egoístas.
Ella conduce directamente a la jungla de cristal, a la tiranía del más fuerte, del más astuto, del más insolente. Es perversa la confusión de la libertad con el libertinaje. Thornton Wilder, en su novela Los Idus de Marzo, nos dice: “El movimiento central de la mente es el deseo de libertad ilimitada y (…) ese movimiento va invariablemente acompañado de su opuesto, el temor a las consecuencias de la libertad”.
”Renunciar a la libertad es renunciar a ser persona, renunciar a los derechos [y deberes] de la humanidad“ (Jean-Jacques Rousseau).
La culminación de muchos valores en conflicto e ideas opuestas origina la historia. Y el futuro será formado por las actitudes que asumamos en el presente: nuestras decisiones llevarán a nuevas épocas irremediablemente oscuras o a un despertar constante, a una nueva apreciación de la era que nos fue dada a través de la sangre, sudor y lágrimas de quienes nos antecedieron.
Inazō Nitobe, en su libro Bushido: el alma de Japón, expresa: “Hay, si se me permite decirlo, tres espíritus poderosos que de vez en cuando se han movido sobre la superficie de las aguas y han dado un impulso predominante a los sentimientos y energías morales de la humanidad. Estos son los espíritus de la libertad, de la religión y del honor”.
Solamente en un clima de amor, el término libertad se llena de sentido, valor y gozo. De hecho, en este mundo, la primacía absoluta no debe darse a la libertad, sino al amor. Quien ama se abre a los demás y les da poder sobre sí mismo, restituyendo así un pedacito de su libertad.
Un escenario que debe ser renovado y promovido con un fervor inmortal por un pueblo amante de la independencia que, si desea continuar persiguiendo su felicidad, nunca debe dejar de hacer lo que debe, para asegurar primero su libertad.
El amor nos vuelve libres para el bien y la belleza, para las alegrías verdaderas y profundas de la existencia. Meditemos sobre ello este próximo 15 de septiembre, día de suma importancia para el pueblo chapín.