Frank Gálvez
Locutor y Periodista
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¿Ha sacado usted alguna vez la cuenta de los minutos que ha vivido? Es algo muy curioso, pues el número resultante establece millones. Dicho eso, ¿ha pensado usted que de todos esos millones de minutos daremos cuenta a nuestro Creador? Cada uno de esos minutos han sido ya valorados y juzgados por Dios según el peso del amor que en ellos hayamos puesto y la rectitud de las intenciones que ostentemos.
Tremendo problema tenemos si esos minutos se nos han deslizado sin que en ellos pusiéramos la marca distintiva del afecto. Para la eternidad solo nos valdrán los minutos que lleven la marca de Dios; los demás se hunden en un inexorable vacío en el cual no es posible fundamentar ningún porvenir. Siempre son más alegres los días de sol que los de tormenta, y siempre resultará más agradable una vida cuando se le enfoca con optimismo, que cuando se le maneja con desdén. No hay que ser como aquellos que siempre critican y lamentan que el mundo actual va mal, que la sociedad es artificial, que todo es lóbrego, pero que nunca hacen algo para cambiar su entorno.
Ya lo dijo el Dalai Lama: “Algunas personas asocian automáticamente la moralidad y el altruismo con una visión religiosa del mundo. Pero es un error pensar que la moralidad es un atributo solo de la religión. Podemos imaginar dos tipos de espiritualidad: una ligada a la religión, mientras que la otra surge espontáneamente en el corazón humano como expresión de amor al prójimo y el deseo de hacerle bien”.
”Está en guerra con tus vicios, en paz con tu prójimo, y deja que cada día te encuentre hecho una persona mejor“ (Benjamín Franklin).
Las matemáticas no sirven cuando se trata de la pasión que debemos poner en todos nuestros episodios, pero si son útiles cuando es cuestión de enumerar los actos productivos que hacemos en nuestra vida. ¿No será que Dios tiene sobre nosotros el proyecto de que el mundo sea un poco mejor porque podemos contribuir a elevarlo por medio de nuestros actos? No miremos solo los horizontes oscuros: aun cuando una honda pena lastime nuestro espíritu, hay que llevar la frente bien alta, la mirada llena de luz, una buena sonrisa en los labios y mucha paz en el corazón, sin dejarnos desorientar o amargar por las sinrazones cotidianas.
El predicador italiano Girolamo Savonarola dio con el clavo cuando declaró: “¿Deseas ser libre? Entonces, sobre todas las cosas, ama a Dios, ama a tu prójimo, ámense los unos a los otros, ama el bien común; entonces tendrás la verdadera libertad”. En esta semana cuando los guatemaltecos conmemoramos la fiesta de Asunción de María a los cielos, meditemos al respecto.