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Uno de los barrios más pobres y conflictivos de Chile, La Pintana, en la periferia sur de Santiago, se convirtió en un referente del reciclaje orgánico en un país que solo recicla el 0.8 por ciento de los residuos que genera.
Varios camiones recorren cada mañana las calles de esta comuna de casi 200 mil habitantes en busca de sus desechos orgánicos, que han separado previamente en sus casas y que representan más del 50 por ciento de toda la basura que se genera.
En vez de llevarlos a un basurero, como ocurre en la mayor de esta nación, los residuos se someten a procesos naturales como el compostaje y la lombricultura y terminan convertidos en abono de alta calidad. Este, a su vez, se emplea en un vivero municipal, donde los vecinos que colaboran en el programa pueden abastecerse cuando quieran y embellecer sus jardines.
Un “círculo virtuoso” que cambia el rostro de este empobrecido municipio, que reutiliza cerca de 20 toneladas diarias de residuos y se ahorra unos US $100 mil al año que costaría llevarlos a los rellenos sanitarios.
El programa, iniciado en 2005, ha sido reconocido por organismos internacionales y visitado por ambientalistas y Gobiernos como el de Canadá, que en 2022 donó cerca de US $200 mil para apoyar los procesos.