Fotos: EFE
Como si fuera un portero frente a un penal, el español Carlos Alcaraz tuvo que adivinar hacia qué lado iban los rebotes de Nicolás Jarry y hacer un ejercicio de paciencia y tranquilidad para batir al chileno, por 6-3, 6-7 (6), 6-3 y 7-5, y meterse por segundo año consecutivo en los octavos de final de Wimbledon.
No fue un partido precioso, porque la ocasión tampoco invitaba a ello. La perenne lluvia de Londres obligó a cerrar la pista central y dio un impulso a las opciones de Jarry, cuyo saque gana en una situación así, sin viento que frene la bola.
Conocedor de lo que es arrebatarle un set al número uno del mundo -lo hizo en las semifinales de Río de Janeiro a principios de año, el chileno armó un partido de pocos golpes, decidido en un pin pan pum y en el que el murciano no podía imponer su ritmo. Su clave estaba en adivinar el lado al que dirigiría el disparo Jarry y rezar para que el impacto terminara en el campo del chileno.
Lo esperará el ganador del duelo entre el italiano Matteo Berrettini y el alemán Alexander Zverev, el primer gran rival -por ranquin y títulos- del murciano en este Wimbledon. Si el tiempo lo permite, el partido será el lunes.