sábado , 23 noviembre 2024
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Un poco de nada

La Pluma Escarlata

Guillermo Monsanto
[email protected]

Tengo algunas semanas de visitar museos en la ciudad de Madrid y no puedo dejar de admirar el modo como acercan sus colecciones al público más joven. Si bien es cierto que la gran mayoría de las colecciones habla por sí misma, ya por su belleza o maestría técnica, algunas guardan secretos iconográficos que no son tan obvios para los neófitos.

La cantidad y calidad de museos madrileños es apabullante. Los fondos adjudicados a Patrimonio Nacional por medio de los inventarios de El Prado, y que están en depósito en diferentes locaciones, son más numerosos y diversos de lo imaginable: joyería, documentos, libros, utensilios, escultura, grabado, pintura, arqueología, en fin, de todos los tiempos.

El Palacio de Velásquez, en el corazón del parque de El Retiro, exhibe en su recinto central una muestra de las que suelo llamar Un poco de nada. El montaje es tan pobre que la mayoría de los turistas daba la vuelta en la puerta. “El arte nos tiene que sorprender”, indica la pobre víctima que cuida la poco agraciada ¿instalación? “Hay que verla con el corazón y no con los ojos”. En fin, todas las excusas que suelen darse cuando se propone un manido esperpento.

Una burla al intelecto.

“¿Está en proceso de montaje?” Me pregunta mi acompañante. Y no tengo respuesta, ya que no es muy diferente a todo lo que se propone como arte contemporáneo. En este caso, un libro de botánica abierto y sobre él las hojas secas que refrendan lo que la imagen del documento enseña. El resto es confuso y menos sustancial.

En la puerta, contador de personas en mano, una chica les pregunta a los visitantes: “¿De dónde nos visita?”, y uno, ingenuamente, contesta “de Guatemala” y, para los archivos del curador, “la muestra es un éxito por la diversidad que ingresó a visitarla”. Y para los directivos del Reina Sofía, que es quien está a cargo del Palacio de Velásquez, es mejor creerlo que dudarlo.

Interior del Palacio de Velásquez. Cortesía Guillermo Monsanto

Horas después, todavía me estoy preguntando con cierta molestia, ¿cuánto tiempo más va a durar este tipo de estafas a la cordura? Por lo menos las que, como esta, suelen solucionarse de manera tan chusca. ¿Es que la novedad proviene de lo repetitivo, en modo intercontinental, que no se ha podido superar en los últimos 40 años? Sigo pensando que algunos curadores lo único que buscan es burlarse del intelecto de los no iniciados.

Entre los artistas contemporáneos hay verdaderos ingenios al servicio de la expresión. No es que esté cerrado yo a estas corrientes. La visita al Palacio de Velásquez me dejó de positivo el apreciar las paredes blancas del inmueble y con ello la gratitud de un descanso visual. El edificio fue construido entre 1881 y 1883 y toma el apellido de su arquitecto Ricardo Velásquez. En la actualidad es administrado por el Ministerio de Cultura y alberga las exposiciones temporales de Museo Reina Sofía.

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La cantidad y calidad de museos madrileños es apabullante. Los fondos adjudicados a Patrimonio Nacional por medio de los inventarios de El Prado, y que están en depósito en diferentes locaciones, son más numerosos y diversos de lo imaginable: joyería, documentos, libros, utensilios, escultura, grabado, pintura, arqueología, en fin, de todos los tiempos.

El Palacio de Velásquez, en el corazón del parque de El Retiro, exhibe en su recinto central una muestra de las que suelo llamar Un poco de nada. El montaje es tan pobre que la mayoría de los turistas daba la vuelta en la puerta. “El arte nos tiene que sorprender”, indica la pobre víctima que cuida la poco agraciada ¿instalación? “Hay que verla con el corazón y no con los ojos”. En fin, todas las excusas que suelen darse cuando se propone un manido esperpento.

Una burla al intelecto.

“¿Está en proceso de montaje?” Me pregunta mi acompañante. Y no tengo respuesta, ya que no es muy diferente a todo lo que se propone como arte contemporáneo. En este caso, un libro de botánica abierto y sobre él las hojas secas que refrendan lo que la imagen del documento enseña. El resto es confuso y menos sustancial.

En la puerta, contador de personas en mano, una chica les pregunta a los visitantes: “¿De dónde nos visita?”, y uno, ingenuamente, contesta “de Guatemala” y, para los archivos del curador, “la muestra es un éxito por la diversidad que ingresó a visitarla”. Y para los directivos del Reina Sofía, que es quien está a cargo del Palacio de Velásquez, es mejor creerlo que dudarlo.

Interior del Palacio de Velásquez. Cortesía Guillermo Monsanto

Horas después, todavía me estoy preguntando con cierta molestia, ¿cuánto tiempo más va a durar este tipo de estafas a la cordura? Por lo menos las que, como esta, suelen solucionarse de manera tan chusca. ¿Es que la novedad proviene de lo repetitivo, en modo intercontinental, que no se ha podido superar en los últimos 40 años? Sigo pensando que algunos curadores lo único que buscan es burlarse del intelecto de los no iniciados.

Entre los artistas contemporáneos hay verdaderos ingenios al servicio de la expresión. No es que esté cerrado yo a estas corrientes. La visita al Palacio de Velásquez me dejó de positivo el apreciar las paredes blancas del inmueble y con ello la gratitud de un descanso visual. El edificio fue construido entre 1881 y 1883 y toma el apellido de su arquitecto Ricardo Velásquez. En la actualidad es administrado por el Ministerio de Cultura y alberga las exposiciones temporales de Museo Reina Sofía.

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