sábado , 23 noviembre 2024
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Un liderazgo basado en el cuidado

Raquel Cascales
Profesora de Teoría de las Artes y del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea (MCCC)

Generalmente, cuando a alguien se le pide describir a un líder, suele hacerlo como carismático, con capacidad de gestión y de movilizar masas bajo un ideal claro. Esta es la imagen que la mayoría de películas y series proyectan. Sin embargo, cabe preguntarse cuánto nos impide dicha proyección comprender el liderazgo de otra manera. A este respecto, hace ya casi 75 años, la escritora danesa Karen Blixen, más conocida por su pseudónimo Isak Dinesen, escribió un cuento en el que se esconde una gran lección sobre un tipo de liderazgo más cercano.

El Festín de Babette comienza con la descripción de un pueblecito situado en un fiordo danés, Berlevaag. Sus habitantes se habían convertido hacía tiempo en comunidad gracias a la guía del fundador del grupo religioso al que pertenecían. El pastor protestante descrito en el relato era el prototipo de líder carismático, que había conseguido aunar a todos en una meta común. Durante su mandato, los ciudadanos habían sido felices y el pueblo había vivido momentos de esplendor. Consciente de que en algún momento llegaría el final, el pastor prepara a sus hijas para su relevo. La devoción que ellas sienten por él y la causa hace que sacrifiquen sus vidas y sus amores. Al mismo tiempo, la responsabilidad por continuar con su legado les disuade de aplicar ninguna innovación, como tantas veces ocurre.

Lo que hace es observar de forma silenciosa.

Con la mejor intención, y sin su carisma, las hijas hicieron durante años las cosas tal y como habían sido hechas siempre. Pero, la tentación de la repetición anquilosa cualquier institución. Los vecinos se distancian e, incluso dentro de familias y matrimonios surgen rencillas insalvables. En contraste, tenemos a Madame Babette Hersant. Lo que sabemos de ella cuando llega al pueblo es que se trata de una revolucionaria huida de Francia. Se intuye, por tanto, una mujer con arrojo e ideales, capaz de darle la vuelta al pueblo. Digo se intuye porque, en realidad, el texto cuenta cómo al llegar como refugiada, se pone al servicio directo de las hermanas líderes de la secta.

Durante más de una década trabaja de forma silenciosa y abnegada, sin alterar ni una sola costumbre del pueblo. No ejerce un liderazgo autocrático, no considera que lo aprendido en Francia le da derecho a transformar el pueblo, por buenas ideas que tenga para hacerlo. Más bien lo que hace es observar de forma silenciosa, adoptar todos los usos del lugar y estar al servicio de la comunidad durante catorce años. Su mirada atenta no solo le permite entender los acontecimientos externos, sino que va comprendiendo qué ocurre en el interior de los aldeanos.

En efecto, toda esa transformación tiene que ver con la forma libre y gratuita que tiene de ejercer su trabajo. A una mentalidad mercantilista le podría parecer que su manera de trabajar es servil, pero no es así. No se circunscribe de forma obligatoria a unas tareas, sino que se excede de forma gratuita dándose por entero, haciendo de su trabajo un regalo, que es lo que empieza a tener una eficacia diferente. El filósofo Higinio Marín explica que “lo que se hace por un salario y nada más, con el salario se paga, y si se puede pagar está en el mercado y es mercancía (como la vida de su autor empleada en hacerlo)”. Pero existen otras muchas cosas que envuelven al trabajo y que no pueden pagarse de ninguna manera.

La forma libre y generosa de trabajar de Babette muestra un modo distinto de enfrentarse a la vida y a las relaciones. A su vez, en el momento en que ella gana la lotería, esos años de trabajo le proporcionan un marco de confianza que hace que todos estén preparados para el cambio. “Estamos dispuestos a concederte el derecho de darnos”, dice la comunidad. El texto presenta un cambio de paradigma: hacer algo por los demás no es un derecho mío, sino un don que los demás conceden.

Una vez que la comunidad concede tal don, Babette vuelve a sorprendernos haciendo mucho más evidente su magnanimidad, preparando un festín en el que invierte todos sus ahorros. Sin embargo, este acto de generosidad no es más que el colofón externo de la manera de trabajar de toda su vida. Ni siquiera en esta ocasión ella impone lo que debe hacerse. ¿No es este un buen modelo de liderazgo?

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