Dr. Jorge Antonio Ortega G.
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Investigar el pasado nacional es un viaje singular a la Guatemala de antaño, esa que construyeron con esfuerzo e ilusión nuestros antecesores, con sus luces y sombras, con decisiones que impactan hasta nuestros días pero que, en su momento, fueron ineludibles debido a las amenazas y la incertidumbre de esas épocas pasadas.
Propongo desde esta columna mantener en la mente de nuestros conciudadanos y extranjeros los eventos que dan forma a nuestra historia, la de los guatemaltecos; esto, debido a que olvidar es muy fácil. Estoy seguro de que las nuevas generaciones tendrán que enfrentar retos mayores que los nuestros, por lo cual es indispensable tener referentes de esta magnitud que alumbren los días por venir y a los líderes que deberán tomar decisiones de trascendencia.
Hace 120 años, los guatemaltecos tomaron las armas para la defensa de la patria en la administración de Estrada Cabrera en 1903. La guerra es, al final de cuentas, un acto político en el cual se involucra a la nación en su totalidad. “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, como lo afirma Carl von Clausewitz en su obra De la Guerra.
Por lo tanto, su conducción depende de las decisiones estratégicas y diplomáticas con el acompañamiento de lo mediático, la dirección política en un momento crucial de pervivencia del Estado, el uso del esfuerzo diplomático como primera ejecutoria; paralelo a ello, la denuncia a través de los medios de información y por último el uso de la fuerza para defensa de la integridad territorial, el honor de la nación y la soberanía nacional.
”Las cicatrices de la guerra nos recuerdan a diario el costo de la paz“ (Goja).
No hay duda de que la administración de Manuel Estrada Cabrera aún causa sinsabores y sentimientos encontrados. Sin embargo, hay que reconocer que en la conducción política estratégica y mediática de la Guerra del Totoposte (1903) logró encauzar las fuerzas oponentes del Estado guatemalteco hacia la derrota, gracias a una movilización parcial exitosa hacia el teatro de guerra y logró la victoria. Pero cuidado, nada ocurre por casualidad, la defensa exitosa del territorio nacional no es producto de la improvisación, existía toda una planificación que respaldaba el quehacer político-militar del día a día, además de la preparación de la reserva territorial y del Ejército, así como de su equipamiento, organización y logística necesarios para enfrentar la incertidumbre de la guerra.
El evento rescatado es el preámbulo de una paz centenaria entre los Estados vecinos, una época convulsa, con recelos en las relaciones internacionales, con intereses contrapuestos. Los acontecimientos de armas nacen de la incompatibilidad ideológica de los gobernantes de Centro América; del apoyo incondicional de los gobiernos vecinos a los exiliados políticos guatemaltecos desafectos al presidente Estrada Cabrera y las intenciones de la creación de la República Mayor de Centroamérica.
El análisis del patrón de conducta política de los gobernantes del Istmo centroamericano en aquella época, desembocan en una maniobra política diplomática encabezada por el general José Santos Zelaya, presidente de Nicaragua, secundada por el doctor Policarpo Bonilla, que desempeñaba igual cargo en Honduras, y la participación del general Rafael Antonio Gutiérrez, de El Salvador, como promotores directos para nombrar presidente de la nueva Federación Centroamericana al doctor José Rosa Pacas.
“Según la ley fundamental de este marco Estado, emitida en Managua el 28 de agosto de 1898, la nueva entidad se denominaría Estados Unidos de Centroamérica, su capital se fijaría en León, Nicaragua.
A lo anterior, se suma la controversia con el Gobierno de Colombia, por el asunto de la segregación de Panamá. El general Zelaya convoca a los presidentes centroamericanos en la primera semana de enero de 1902 en puerto Corinto, Nicaragua. La finalidad oculta, hoy develada era reelegir a los gobernantes y demostrar el apoyo hacia Colombia por la amputación de parte de su territorio. La ausencia de Estrada Cabrera en dicha reunión se convierte en uno de los detonantes de la guerra del Totoposte en 1903.