Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
En la primavera de 1831 se acordaron varios detalles de toda la obra y en una capítula del condicionado leemos: “Que se hagan también de mármol bruñido el zócalo de las caponeras, que en la actualidad está cubierto con azulejos, para cuando se ponga la barandilla o antepecho igual a la nueva valla del cuerpo de la iglesia”.
El 4 de enero de 1832, el cabildo le escribía apremiando y haciéndole saber que deseaba que viniese “a dar la idea o diseño de la barandilla o antepecho de bronce que ha de colocarse en las tribunas del antecoro proponiendo al mismo tiempo las mejoras de que sea susceptible esta pequeña obra, a cuyo intento tenemos ya comprado el metal desde septiembre último, y quisiéramos que se hiciese pronto, pues habiéndose colocado ha más de cinco meses la nueva valla ante el cuerpo de la iglesia, causa grande disonancia el ver todavía la de fierro en dichas tribunas o caponeras, hasta las cuales ha de llegar aquella y se halla incompleta por este atraso”.
El 30 de mayo, Ugarmendía pidió a los comisionados de la obra que revisaran papeles sobre la subasta para el arranque y desbaste de 22 piedras blancas pintadas de las canteras de Almándoz para el trascoro y las tribunas o caponeras. Como ya puso de manifiesto Goñi Gaztambide la obra del trascoro se dilató por culpa del arquitecto, e incluso no se llevó a cabo hasta 1854-1857. La intervención en el antecesor se hizo en la primavera verano de 1834.
El encargado de abrir y cerrar las puertas de las caponeras era el portero de la catedral.
Concretamente, las obras de las caponeras comenzaron el día 9 de abril de 1834, en que se cambió el horario de coro y el lugar de los oficios divinos mientras durase la obra, que se concluyó el 6 de junio del mismo año de 1834. El encargado de abrir y cerrar las puertas de las caponeras, era el portero de la catedral, según se recoge en distintos documentos, entre ellos el de las obligaciones de tal cargo en 1801.
En aquel ordenamiento se prevenía al portero a abrirlas “con anticipación en los días que hubiera sermón o alguna publicación desde el púlpito”. La última fotografía de las caponeras ya destruidas data de 1940, cuando se procedió con todas las prisas a desmontar el coro y la desafortunada intervención en la catedral, realizada sin el rigor que exigía el monumento, en su doble vertiente de obra histórica y artística.
Desde el punto de vista histórico, porque no respetaron todas las transformaciones de tantos siglos, perdiendo la autenticidad e identidad del documento histórico -unicum- del monumento, el genius loci. Desde el punto de vista artístico, porque el resultado no coincidió, ni mucho menos, con los planes originales de la catedral gótica. Continuará…